Ella no sabía que hacer. Se sentía rara, la pregunta le caló tanto que no pudo evitar reír con malicia.—¿Estás bromeando?.
—Maxine. No bromeo, dime ¿Aún me amas? —ella trató de hablar pero las palabras se quedaron atoradas en su garganta, cualquier respuesta era detonante de nuevos conflictos entonces estaba en un dilema capsioso.
—Yo...
—¿Es por él? —comenzó a tomar el volante con fuerza. El rugido del motor era aún más intenso y la velocidad también.
Max estaba asustada, no sabía que responder. Se sintió asustada en ese momento, más por lo que respondería que por si su vida corría peligro.
La mirada de él era celosa, fulminante y que la atrapó por un instante.
Debía hacerlo.
—Hablemos en casa.
—¿Por qué no me respondes aquí?.
—Estas causando que me asuste ¿Te has fijado como manejas?.
Aquello hizo que él bajara el nivel de rapidez y ella lo agradeció considerablemente.
—Hablemos en casa por favor —pidió.
Aquello para Billy era una mala señal. Ya no sabía ni que hacer él mismo, odiaba sentirse inferior, devastado, o de alguna forma celoso.
Le recordaba que era un enfermo al amarla así de intenso que jamás la podría quitar de sus pensamientos y que solo ella reinaba en su mente. Le hacía ver débil, la falta de control que tenía la causaba ella, todo giraba al rededor de ella.
Sus pensamientos eran solo sobre ella, sus fantasias, todo.
Dónde quiera que fuera estaba solo y únicamente ella.
Estaba obsesionado.
Enamorado hasta la médula, pero era un amor enfermizo y ardiente que no era bien visto y era tan jodidamente letal que él estaba muriendo por ello.
Deseaba besarla, solo eso quería. Necesitaba hacerlo como si su vida dependiera de ello, al carajo la moral, la apuesta todo. Solo necesitaba sentir sus labios por primera vez, morir en ellos si pudiese.
Todo de ella le volvía loco, su piel, su belleza, sus ojos, sus gemidos, su aroma todo lo estaba haciendo descontrolarse.
Al llegar a la casa lo primero que hizo fué encerrarse, Maxine pensó que era por no darle respuesta así que fue y se enfrentó a el sin saber que había caído en la boca del lobo.
—¿Por qué no admites que estás obsesionada conmigo, zanahoria? —llamó y se acercó a ella peligroso. Tomando mechones de su pelo y oliendo como si fuera su maldito oxígeno. Necesitaba hacer que cediera, que terminarán la apuesta o él terminaría con ella.
—¿Que pasa Billy? Me estás asustando.
Y era cierto, le aterraba de cierta forma porque el cuarto de pronto se tornaba cálido y los roces que le daba era casualmente lentos y suaves.
Se sentía seducida ante sus encantos. Deseaba tocarlo, sentirlo. Y así lo hizo, tocó su mejilla de forma suave, y él ronroneó ante el tacto, era ardiende delicado y sin duda especial. Quería arder en sus manos, derretirse en ella ser solo suyo. Max siguió acariciando su rostro, mientras él abría los ojos para admirarla. Quería recordarla, detallarla, ver cada facción cambiada, añoraba verla todas las mañanas como lo hacía al entrar a escondidas en su habitación.
—Billy... —susurró y él se acercó como un ciervo a su amo. Ella tocó sus rizos y bajó a su cuello acercando más como si lo fuese a abrazar. Estaba siendo atraída por él, por ese magnetismo, estaba volviendo a ser suya.
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Cuando Ellos No Están [Strangers I] (Editando)
Fiksi PenggemarElla no quería que pasara eso. No quería peligrar día a día en un extraño pueblo. No le apetecía comer, tampoco verse al espejo y ver las nuevas marcas. A él le encantaba ver cómo la dominaba y como ella cedía ante una mirada. Ambos no querían verse...