ACADEMIA LE ROSEY
"Señor Bruschweiler, se necesita su presencia con suma urgencia en la oficina del director para tratar asuntos relacionados con el mal comportamiento de su hija"
La voz de la secretaria sonaba una y otra vez en la cabeza de Marco, mientras dando pasos rápidos se desplazaba por los lujosos pasillos del edificio de administración de la academia Le Rosey. Su corazón iba rápido mientras miles de escenarios se reproducían en su mente, imaginándose s Lisa en distintas situaciones que ameritaran su expulsión.
"Por favor, que no sea tan grave". dijo para si mismo con preocupación, al distinguir la figura de Lisa al final del pasillo, sentada en un cómodo sofá de cuero negro con su mochila pegada al pecho y la mirada fija en el suelo, frente a la secretaria de la dirección, quien parecía perdida en sus pendientes.
— Lisa. —dijo Marco en un hilo de voz, al llegar con la menor.
— Papá. —susurró Lisa, levantando la mirada totalmente asustada por la presencia de su padre.
— ¿Qué sucedió, Lisa?. —preguntó con preocupación, al ver los ojos de su hija, cristalizarse—. ¿Estás bien?.
— Yo... Lo siento tanto papá, te fallé. —Lisa dijo, cerrando sus ojos para que las lágrimas no salieran—. Me metí en problemas y ahora tú empleo corre peligro.
Marco, sintió su corazón romperse al escuchar la voz de su hija llena de dolor y arrepentimiento.
— Está bien hija, ya no importa. —respondió, sentándose al lado de Lisa y pasando uno de sus brazos por sobre sus hombros, acercándola a él, en un pequeño abrazo—. Sea lo que sea, lo vamos a solucionar. Ya verás que sí.
— ¿Y qué pasa si no hay solución?. —preguntó Lisa, con tristeza.
— Volveremos a Tailandia con la frente en alto. —Marco dijo con seguridad, provocando un nudo en la garganta de su hija.
Lisa, abrió la boca con la intención de decir algo más, pero antes que pudiera emitir un solo sonido, la voz de la secretaria sonó desde el frente.
— Señor Bruschweiler. —inició, llamando la atención de Marco—. El director ya está listo para recibirlo y la señorita debe de entrar con usted.
— Gracias. —respondió Marco, separándose de Lisa y colocándose de pie al mismo tiempo que ella lo hacía—. Ven, veamos de una vez por todas que nos espera.
Lisa, asintió con la cabeza y caminó junto a su padre en dirección de la oficina del director de la academia. La secretaria, amablemente se había colocado de pie para abrirles la puerta y permitirles el acceso a una asombrosa oficina que era del tamaño del apartamento en el que vivían en Tailandia. Todo el lugar tenía un revestimiento en madera y de sus paredes colgaban títulos y reconocimientos que los acreditaban cómo la mejor academia a nivel mundial.
— Buenas tardes, director Gudin. —saludò Marco.
— Buenas tardes señor Bruschweiler, tomen asiento por favor. —pidió el hombre, observándolos desde el otro lado del escritorio, con las manos entrelazadas sobre la superficie de cristal y una expresión seria en el rostro—. Creo que su hija ya tuvo el tiempo suficiente para explicarle el motivo por el cual ella está aquí.
— No, llegué hace menos de 5 minutos, ni siquiera tuvimos tiempo de conversar. —Marco fue sincero.
— Bien, entonces no me queda más que darle la noticia yo mismo. —el director, soltó sus manos y extendió una de ellas hasta alcanzar una carpeta negra con el logo de la academia y abrirla frente a él—. El día de hoy, recibí esta nota de la enfermería de la academia, notificando que un chico de tercer año había llegado con el tabique nasal desviado y un fuerte golpe en la mejilla. —empezó a explicar—. Cuando se le preguntó al chico lo que había sucedido, informó que había sido la señorita Lalisa Manobal, quien lo agredió a primera hora en la mañana en un arranque de locura en el estacionamiento, luego que él le preguntara que hora era.