GINEBRA, SUIZA
ACADEMIA LE ROSEY
— Y detrás de estas puertas, se encuentra el restaurante donde los chicos cenan todas las noches.
El hombre alto, fornido y vestido de manera elegante, mencionó, mientras empujaba con fuerza las gigantescas puertas de cedro, hasta dejar a la vista de sus dos acompañantes el interior del restaurante, con capacidad para 100 estudiantes.
— ¿Por qué no cenan en la sala que anteriormente nos mostró?. —Lisa preguntó, viendo con atención cada detalle de la inmensa habitación. El espacio era blanco en su totalidad, con un estilo clásico en el acabado y tonos dorados, que contrastaban a la perfección con los candelabros que colgaban del techo, llenando el lugar con luz calida incluidas las mesas cubiertas por un mantel blanco de la mejor tela, y las sillas tiffany color crema cromada—. Es igual de grande que acá, ¿No le parece un desperdicio de espacio?.
— ¡Lalisa!. —la reprendió Marco, su padre-. ¡No tienes por qué decir eso!.
— Está bien señor Bruschweiler, siempre es un placer para mí, aclarar las dudas de todos nuestros estudiantes. —el hombre dijo con calma, alzando una de sus manos deteniendo a Marco, mientras observaba a Lisa, con una suave sonrisa en su rostro—. Verá señorita Manobal, en Le Rosey, no solo nos enfocamos en la preparación académica de los estudiantes, sino también en la regulación social de su conducta. Es por esa razón que en las cenas, todos los chicos, se deben de presentar a este lugar con vestimenta formal y poner en práctica todo lo aprendido en su clase de etiqueta y protocolo.
Lisa asintió lentamente, sin comprender la mitad de las palabras que el señor Laurent, pero no se necesitaba entenderlo a la perfección, para saber que se trataba de cosas de riquillos.
— ¿Y yo, tengo que hacer eso mismo?. —Lisa, preguntó con una mueca en su rostro, lo que provocó una risita en el señor Laurent.
— No, solo los chicos que viven en el campus deben de hacerlo. —aclaró—. Y cómo usted recordará, en el momento que se le entregó la beca, se explicó que para una mejor convivencia entre usted y los demás estudiantes, lo recomendable es que viviera con su padre en el hogar que se le ha asignado anteriormente, a las afueras del campus.
Lisa asintió, colocando sus manos en su cintura antes de soltar una bocanada de aire. Aquello no era más que un acto de discriminación, por no ser del mismo estatus económico que los demás estudiantes; lo odiaba, pero no iba a decir nada al respecto, únicamente porque esa decisión la había salvado de convivir con alguna chica privilegiada que viviría constantemente humillándola y burlándose de ella, por no tener una cuenta en el banco con millones de dólares o un coche de último modelo.
— Genial, porque esto no es lo mío. —respondió, abriendo sus brazos mientras daba una vuelta a su alrededor—. Yo soy más, de comer viendo la televisión sin preocupación alguna. No me gusta eso de comer con la espalda recta, fingiendo elegancia y aprendiendome el nombre de los cientos de cubiertos que al final tienen el mismo uso, ayudar a que la comida llegue a la boca.
Para el señor Laurent, fue imposible no soltar una carcajada al escuchar las palabras de Lisa. Era la primera vez en años, que veía a una chica con un pensamiento tan congruente y estaba seguro que con esa ideología, la vería constantemente en la dirección; pero quizá era el momento de tener algo de acción entre todo el aburrimiento que había en Le Rosey.
— Perdone a mi hija, señor Laurent. —Marco intento disculparse—. Ella es un poco...
— No hay nada que disculpar, señor Bruschweiler. —por segunda vez, el señor Laurent, detuvo al padre de Lisa—. Su hija posee un pensamiento que muchos tienen, pero solo pocos se atreven a expresar y eso es algo digno de admirar. Solo espero que sepa en qué momento utilizarlo, porque podría traerle problemas, si lo usa en el lugar equivocado.