EL ARRIERO

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Había una familia en el Valle muy versátil otrora todo el mundo la visitaba, su dueña tenía siempre una sonrisa para la visita, todos conocían a Adela Contreras y a su esposo Luis Silverio Peraza. Era en esos momentos la última casa, luego que todos se habían marchado. Este matrimonio tenía un muchacho adoptivo llamado Julio Olivera, contaba con trece años y cursaba el octavo grado, aunque todos visitaban esta casa lo hacía en especial Miguel Tápanes , más conocido por Miguelón (un arriero muy amigo de Adela y Luis). Entre Miguelón y el joven estudiante había cierta amistad que con el tiempo se fue profundizando cada día más. El arriero le contaba al joven todas sus vivencias en los recorridos que él hacía por aquellos parajes, siendo así que en una ocasión le contó al muchacho un suceso el cual el niño le refirió a Emilio en la casa de este último.
Emilio miró al muchacho y con voz pausada le dijo:
-- ¿Quiero que me cuentes otra vez eso que te dijo Miguelón?
-- Nada, dice Miguelón que él sabe por qué el gorila ese mató a Raudilio y a los demás, Miguelón cree que a Gertrudis le gustaba al vicho ese y que cuando vio que se casaba quiso llevársela.
-- Suponiendo que sea un gorila, él no sabría diferenciar si había casamiento o no.
-- iSí  claro, pero...! ¿Entonces? Dijo el muchacho desconcertado
-- He oído hablar de monos que se enamoran de mujeres al punto que la defienden y las celan, pero, ¿De dónde salió ese gorila? En nuestro país no existen.
-- Pero lo peor de todo, lo que dice el arriero no es eso. Dijo el niño levantando la mirada
-- iAh, no! ¿Qué cosa es? Cuéntame todo, Julio
-- Dice Miguelón que se encontró un rollo de plumas de gallinas con pellejo y todo, él cree que los jíbaros no comen así, que parecían que le habían despellejado con mucho cuidado porque dejaron todo el plumaje.
-- iVaya, eso cambia la cosa Julito!
-- ¿Por qué? Dijo el niño sin comprender nada
-- No, por nada, mira, dile a Luis Silverio que puede mandar a buscar más clavos de herrar si lo necesita, y es mejor que vayas adelantando porque dentro de poco es de noche
-- No Emilio, con estos ya él tiene, y me voy que es tarde como tú dices
-- ¿Y cómo les va con todo este asunto?
-- Más o menos, la vieja es la que tiene miedo, ahora todos los jíbaros nos visitan, ya no se puede mantener ni un pollo, hasta los carneros los atacan, nadie sale afuera
-- Vamos a tener que hacer algo o perderemos los animales y las cosechas
-- ¿pero... qué?,  ellos no se ven de día y no comen nada que el hombre haya tocado, no se pueden ni envenenar
-- No te preocupes, voy hablar todo esto con mis hermanos y luego veremos.
Ambos se despidieron, el niño Julio tomó el sendero hacia su casa y Emilio le acompañó con la mirada hasta la vieja edificación de piedra, un estridente silbido se escuchó en la distancia, Emilio levantó la mirada, pero no vio a nadie. Dándole la espalda al joven se dispuso a entrar a la casa

La Criatura del ValleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora