Ella construyo un muro alto que cupido necesitara binoculares para poder flecharla. No le interesan los enredos amorosos, asegura que el romance es como intentar ponerle calcetines a un pulpo; complicado. En sus planes no esta atarse, con tener una...
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Tatiana
—¡Señorita, despierte!
Mis oídos son agredidos por gritos. Me muevo sintiendo todo mi sexy y escultural cuerpo adolorido, mi cuello está tieso, por el dolor. Abro los ojos de golpe, ¿dónde demonios estoy? Miro por todos lados, y como una cinta de video, los recuerdos llegan a mi mente. Mierda, no debí beber y manejar. A mi mente llega el recuerdo del idiota al que choqué. Oh, choqué a alguien, eso nunca me había pasado.
Me incorporo con lentitud, sintiendo que todo me da vueltas, además de que me duele un poco la cabeza. Me quedo mirando a mi alrededor, y no puedo evitar estremecerme al recordar que estoy una celda. Sí, una celda. No exactamente en un spa de lujo, como me hubiera encantado estar. Estiro mi cuerpecito cuando se me ha pasado la molestia y me acerco a los barrotes.
—Disculpe, oficial, ¿ya me dejarán salir? —pregunto mientras bostezo y me sostengo la cabeza.
—Sí, ya pagaron su fianza. —me informa el oficial antes de desaparecer tan rápido como flash.
Me quedo desconcertada. ¿Fianza pagada? ¿Quién fue el benefactor de mi hermosa libertad? Seguro no fue Gaby, porque si lo fuera, ya estaría aquí armando un drama digno de una telenovela. No puede enterarse de esto, o tendré más dolores de cabeza que los que ya tengo. Recordar lo sucedido anoche solo empeora mi dolor, y eso ya es decir mucho.
Recuerdo...
Horas atrás....
Voy concentrada en la carretera, pero me siento un poco mareada. Ahora que lo pienso, creo que no fue buena idea beber tanto, sobre todo si tengo que regresar manejando. Pero ya qué, tengo que seguir. Decido buscar en mi cartera una toallita desmaquillante para ahorrarme tiempo, llegar a casa, tirarme a la cama, masturbarme hasta quedar satisfecha y dormir como una morsa. Pero al parecer, no es mi día. No me percaté de que el semáforo cambió a rojo, y tuve que frenar de golpe. Pum, le doy por detrás a un carro. Mierda, nunca había chocado.
Mi corazón late frenéticamente. Lo que me faltaba. Espero que el carro esté bien; con lo que nos costó conseguirlo, mi hermana me va a matar.
Veo cómo la persona sale de su vehículo, y siento la urgente necesidad de ser invisible o desaparecerme. No pienso mover un dedo, me quedaré dentro de mi carro. ¿Y si ese hombre resulta ser un asesino serial psicópata en busca de su centésima víctima femenina y quiere matarme? ¡No, gracias! Mejor me quedo aquí. Ok, no. Creo que veo demasiados documentales de asesinos seriales.
El toque en la ventana me saca de mi paranoia, y al mirar, él está plantado allí, esperando. Mi cuerpo tiembla. Debería haberle hecho caso a mi hermana y optar por el taxi, ¡pero no! Aquí estoy a punto de ser asesinada.
Él vuelve a tocar la ventana, y mi corazón se acelera. Respiro profundo, repitiéndome internamente que debo relajarme, dejar el drama y ser valiente. ¡No puedo acobardarme ahora! Esto me lo busque yo solita. Abro la puerta lentamente, salgo, y justo cuando pienso que nada puede empeorar, quedo en shock. ¿En serio? ¿De todos los hombres en el mundo, tenía que ser él? La vida como siempre está decidida a joderme.