Ella construyo un muro alto que cupido necesitara binoculares para poder flecharla. No le interesan los enredos amorosos, asegura que el romance es como intentar ponerle calcetines a un pulpo; complicado. En sus planes no esta atarse, con tener una...
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Tatiana
La conversación fluye de manera natural, como si nos conociéramos de toda la vida. Río con sus malos chistes, y él parece disfrutar de mi sentido del humor. Solo hacemos chistes, nada más, hasta que empezamos a hablar del sexo. Ambos coincidimos en que el sexo es delicioso y que es lo que nos interesa, claro, yo no muestro interés alguno por él, tengo que hacerme del rogar un poco.
Él no pierde el tiempo lanzándome indirectas bastante directas y de vez en cuando acariciando mi pierna con descaro. En cambio, yo solo sonrío de manera tímida, como si fuera la chica más pura del mundo. La verdad me la estoy pasando genial. Mis ojos no dejan de ver su boca, que me muero por besar. Podría lanzarme y devorármelo aquí mismo, pero soy una mujer que puede aguantar por más deseosa que esté.
En un momento, nuestras miradas se cruzan y hay una chispa, una conexión que no puedo ignorar. Creo que eso no debería pasar; solo estoy pasando un rato con un guapo y ardiente desconocido, no tan desconocido. Pero que me calienta con locura y que quiero ser devorada por él. No, tengo que ser más resistente. «Vagina mía por favor contrólate, debes ser fuerte, no caigas tan rápido» pienso. Para ser sincera no sabía que esto sería tan complicado.
—Tati, ¿quieres bailar? —me pregunta, y no puedo evitar notar la perversión en su mirada.
—Claro, Oscar, me encantaría. —respondo, y nos dirigimos a la pista de baile.
La música está animada, y Oscar no duda en tomarme de la mano y atraerme hacia él. Bailamos cerca, sintiendo el calor del cuerpo del otro. Las manos de Oscar exploran mi espalda baja, y no puedo negar que me gusta. Cierro los ojos por un momento, dejándome llevar por la música y la sensualidad del momento.
Me volteo quedando de espaldas a él. Pego mi trasero en su abultada entrepierna y bailo con más descaro, muy sensual. Sus grandes manos recorren mi cuerpo, a la vez que su boca está en mi cuello y siento si respiración pesada. Estamos bailando de una manera que no es apta para todo público. Creo que, si no hubiera personas alrededor, me quitaría el vestido y dejaría que me cogiera duro.
—Qué sensual te mueves, muñeca. —susurra.
Su voz ronca y sensual me calienta más de lo que ya estoy. Volteo para verlo y me asusto un poco por su rostro. Está serio y me da una mirada llena de perversión y lujuria. No digo nada y sigo moviéndome. Acaricio su anatomía y luego lo abrazo, quedando nuestros rostros a centímetros de rozarse. Llevo mi mano a su trasero y lo aprieto. Él abre los ojos más de lo normal ante lo que hago.
—Me gusta tu trasero, guapo. —susurro en su oído.
Al mirarlo él me sonrie. Me volteo, volviendo a bailarle de espaldas. No sé cómo fui capaz de hacer eso. Creo que los tragos y la lujuria en mi cuerpo me están haciendo cometer cosas impuras. Pero no me arrepiento; sentir esas dos nalgas se sintió excitante.