— ¿Me extrañas ?— preguntó mirándome con esos brillantes ojos luceros capaces de poner a mis demonios de rodillas.
—No — mentí.
No tenía otra alternativa, sincerarme solo empeoraría las cosas. De todo modos, cada uno tenía su vida construida lejos de lo que una vez existió.
Moría por decirle que sin ella mis días son tristes y sin color, que nadie ni en miles de años podrá llenar el vacío que dejó después de su partida, engañar al corazón conociendo otras pieles y labios ha sido absurdo porque su aroma llevo impregnado hasta lo más fondo de mi ser y finalmente; que mi amor siempre será suyo aunque no camine de mi mano.
No quiero otra esencia que no sea la suya. Deseo arrancarme el corazón para dejar de sentir tanto.
Moriría por ella, aunque no lo sepa.
Ojalá existiera una máquina del tiempo para volver a sentir la calidez de sus brazos, el aroma de su cabello, perderme una vez más en el universo de sus ojos color café, escuchar sus latidos, que sus manos abriguen las mías y poder sentirme completo sin que falte la pieza más importante.
Soñar despierto me mantiene con vida, imaginar que existe otra posibilidad de estar juntos me da un falso aliento y esperanza para seguir soportando este abismo de dolor y desesperanza.