Capitulo 1 •Adopción

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Mordí la uña de mi dedo pulgar mientras observaba por la ventana de la oficina del orfanato. Me habían llamado por cuarta vez en la semana, estaba en problemas, eso era seguro. Aunque no recordaba haber hecho otra cosa por la cual ser llamada.

La primera vez fue por la pequeña broma que le jugué a la hermana Esperanza, había sido una pequeña jugarreta sin importancia, aunque por ello me castigaron toda la semana. La segunda fue por vengarme de Margaret, la niña que me delató y dijo que fui yo quien hizo la broma. La tercera, cuando sin querer inicié una guerra de comida en el almuerzo. A penas era jueves y ya estaba por cuarta vez en la oficina.

Podía escuchar el sermón de la hermana Justa, "Ya eres casi una adulta, la adolescencia se te acabará pronto" "Ya no eres una niña, eres una mujer y la mayor del orfanato" "deberías ser más madura y dar el ejemplo a las niñas". Lo había pensado muchas veces, sí que debía madurar y cambiar esas ansias de molestar a todo aquel que me moleste a mí, pero simplemente era mi manera de desquitarme.

La hermana Esperanza, por ejemplo, me había dejado bajo el sol y luego la lluvia, castigada de rodillas en el patio por no recordar bien el credo, ¿Justo? Para nada.

La puerta de la oficina se abrió y dejó pasar a la hermana Justa acompañada de unas personas completamente extrañas, una mujer refinada de piel tan pálida como un papel, cabellos negros y unos ojos grises lechosos que asustaban un poco, a su lado un hombre de cabello platinado, muy alto y un chico que se notaba era su hijo.

Sin darme cuenta me había levantado de la silla en estado de alerta, sin tener un motivo mi cuerpo reaccionaba con rechazo hacia aquellos desconocidos que estaban frente a mí, mi corazón corría desbocado en mi pecho.

—Adara, por favor toma asiento —pronunció la hermana Justa con su voz firme hacia mí.

Mi primer instinto era correr por alguna razón, pero de igual manera me senté de nuevo.

—Usted también puede tomar asiento, señora Mors.

—Puede llamarme Liliam, sin tantas formalidades. La señora Mors es mi suegra —Bromeo.

La mujer se sentó a mi lado, su mirada se posó en mí y me regaló una cálida sonrisa que hizo que bajara la guardia.
La voz de la hermana Justa me hizo volver de nuevo a la realidad y que la mirara a ella nuevamente.

—Adara, está familia ha estado buscando adoptar. Han venido y entrevistado a un par de niños, pero han expresado su interés hacia ti.

Fruncí el ceño, era la primera vez que veía a esas personas en mi vida, ¿cómo habían llegado a la conclusión de que querían adoptarme a mí, si ni siquiera habíamos tenido una entrevista?

—¿Y por qué o qué? —solté sin pensar.

Me pellizqué por la mala formulación de mi pregunta y me mordí el labio, no debía arruinar esto, quizás sea la única oportunidad de salir de este lugar con esperanzas para el futuro.

—Quiero decir, ¿Cómo saben de mí? —reformulé.

La mujer se rió sutilmente antes de hablar, parecía que le divertía.

—Yo personalmente quise conocerte luego de ver una pintura en el salón de arte, sin duda eres una increíble artista.

Retuve el aire al pensar que siquiera una mujer que se veía tan refinada como ella, había pensado que alguna de mis pinturas eran buenas.

—En el orfanato tenemos la política de que las familias adoptantes y el adoptado tengan un tiempo de conocerse. —Organizaba unos papeles en una pequeña pila frente a ella—.  Para llegar a la conclusión de que el niño formará parte de una buena familia y de que ambos se llevarán bien... Pero dadas las circunstancias de Adara y su pronta mayoría de edad...

Luna de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora