Capítulo 3 •Desastre

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Mi mirada se perdía por la ventana hacia los árboles que rodeaban la casa, una mujer pequeña había venido hace un par de horas para tomarme las medidas, tenía que hacerme los uniformes escolares. Un suspiro salió de mis labios mientras escuchaba la charla entre Liliam y la pequeña mujer, ambas hablaban de mi como si yo no estuviera frente a ellas, mi cuerpo era el tema principal.

—Esta demasiado delgada, tiene que engordar al menos siete kilos para el cumpleaños de tus hijos —dijo la mujer.

Liliam le dio una mirada extraña y la mujer guardó silencio terminando su trabajo midiendo por último mi cintura. No me apetecía engordar, mi cuerpo estaba en un buen peso y me sentia bien conmigo misma. Cuando la costurera me dejó libre, subí casi corriendo a mi habitación, encerrarme se me estaba haciendo costumbre, me estaba costando adaptarme a este lugar.

Caminé de un lado a otro hasta que decidí dar un paseo por la casa, el silencio sepulcral estaba presente en cada rincón, como si todo el mundo estuviera durmiendo, las luces artificiales alumbraban toda la casa, las cortinas como siempre estaban cerradas dejando la luz natural afuera. Extrañaba el orfanato, aunque no tenia amigos allí y aquí tampoco, habían pasado unos días donde volvía a sentirme sola.

Recorrí los pasillos del hala donde estaban las habitaciones y detrás de la puerta de Cieran escuché un sonido extraño, pegué la oreja para escuchar mejor y luego me separé rápidamente con las mejillas encendidas, el claro gemido de una persona se escuchó al otro lado. Tapé mi boca por la sorpresa, tenía curiosidad, puesto que había entendido que los chicos no tenían novias, aunque Kieran había hecho entender que Cieran era un poco promiscuo. Intenté alejarme con cuidado, pero al girarme tropecé con un jarrón que casi cayó al suelo de no ser por cierto pelinegro que me miraba juguetonamente, Kieran me habia cachado.

—¿Qué haces? —preguntó con una media sonrisa mientras dejaba el jarrón donde iba.

Estaba vestido con un traje formal de color azul celeste bastante llamativo, extraño para un chico de mi edad a menos que estuviera yendo a un evento importante. Sus ojos grises me inspeccionaron de arriba a abajo.

—Veo que nadie te dijo, pero hoy debemos vestir formal, vienen amigos de mis padres para una cena de negocios de último momento —dijo con desdén.

Tragué saliva, no quería verme mal educada en una cena así, pero si no me presentaba también me vería mal educada, no tenía escapatoria más que ir.

—No creo tener ropa para eso —susurré.

Me sonrió de oreja a oreja y se le iluminaron los ojos.

—Es cierto, le diré a mamá que te llevaré de compras de emergencia. No tenemos mucho tiempo, alístate para salir.

Lo miré fijamente.

—¿Irás así? —Me reí—. Pareces muñeco de torta.

Se rió estruendosamente perdiendo el porte que presentaba tan bien vestido, se alejó de mi hacia las escaleras, suponía que su madre estaba en su oficina. Me giré para ir a mi habitación que estaba a solo una puerta pero me encontré de frente con Cieran que llevaba un traje igual al de su hermano pero en un sobrio negro, a su lado iba una chica desconocida para mi, con un hermoso vestido rojo, un escote en v que pronunciaba su busto y sus cabellos platinados recogidos dejaban a la vista un largo cuello.

—Oh, ¡Tú debes ser Adara! —Extendió la mano efusiva—. Mi nombre es Thais.

Su mirada tenía un brillo extraño y su manera de hablarme no me daba del todo buenas vibras. No tomé su mano, no me fiaba de ella a pesar de estar con Cieran, que al ver mi reacción alzó una ceja y por primera vez sonrió de verdad en mi presencia. Salvandome del momento vergonzoso Kieran me rodeó por los hombros agachándose un poco para que su rostro quedara a mi altura.

Luna de sangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora