Un dedo, dolorosamente frío al tacto, se pegó a Isaac, en su mejilla izquierda. -Me gané la puta lotería.- la figura tuvo que forcejear un poco su dedo, que se había pegado a la piel de Isaac por el extremo frío que emanaba.
-Q-que?- Decía Isaac, intentando forcejear y salir de este lugar -¿Quién eres?-
La figura oscura soltó una carcajada, mientras su mano gélida se acercaba al rostro de Isaac, llevando un frío ensordecedor y fulminante. Intentando apartarse, Isaac encaró con la puerta cerrada, que seguía retorciéndose con violencia. La madera de los bordes crujía al romperse, dañando aún más el seguro con cada empujón, a punto de ceder.
La mano estaba a punto de rozar su cabello y cerca de su mejilla, cuando uno de los secuaces, derribado por la puerta, cayó estruendosamente, aplastando a otro en el suelo. Saliendo por el nuevo hueco, tres loros emergieron furiosamente, aleteando con ira, chillando del enojo.
-¡Cómo odio a cada uno de estos Errantes!- Gritó mientras salía un loro pequeño, de color verde brillante.
-Ahora sí, maldito Ahogado, ya valiste- continuó uno más grande y de plumaje rojo, que fue callado por otro loro, de color amarillo diluido, el más grande de todos, con la punta de su pico astillada:
-¡Después, hay que irnos!-
El loro verde, de plumaje más brillante, interrumpió, señalando con un ala mientras aún volaba con la otra:
-¿Y este quién es? ¿Qué es?- Notando a los loros acercarse el niño, la figura amenazante alejó su mano, sonriendo retorcidamente, mientras los Errantes arrastraban la ropa y brazos de Isaac.
-¿Yo? Soy- Isaac intentó responder, antes de ser interrumpido por el loro amarillo:
-¿Tiene que ser ahora? Limón, ábrenos paso, Fresa, cúbrelo y ¡Vámonos!.- Decía el loro amarillo, que avanzaba con una descarga de garras y picotazos hacia un secuaz. El ave despedazaba y cortaba la "piel" sin tener que esforzarse. Isaac intentaba no abrir la boca de sorpresa, su corazón golpeando contra su pecho. La criatura, o lo que quedaba, cayó, dejando un charco de agua, que chapoteaba de lado a lado.
Un destello rojo pasó velozmente a un costado de Isaac, volando cual bala por la cabeza de otro esbirro, liberando el brazo izquierdo del niño al caer.
-¿Vamos a llevarnos al pichón también?- Dijo el loro rojo, volando impulsivamente cerca a Isaac, mirando de reojo al niño que se mantenía quieto, antes de esquivar el manotazo de otro secuaz, derribado rápida y discretamente por el loro verde, con una ráfaga de plumas verdes clavándose en la piel del monstruo. El loro verde suspiró en sorpresa y emoción:
-¡Por favor, Don Piña!- Dijo el verde, que ahora usaba la punta de una pluma para forzar la puerta principal. Isaac sentía las palpitaciones intensas de su corazón en sus oídos y frente. El loro amarillo replicó con prisa:
-Enfócate en abrir la puerta, Limón. Pero sí. No pensaba dejarlo con estos desgraciados.-
El niño ya no tenía quién lo sostuviera, pero su cuerpo no respondía aún. Apenas y podía escuchar sus pensamientos, intentando convencerse que sólo era un sueño y en cualquier momento despertaría. Isaac se volvió a concentrar cuando el loro amarillo picoteó en su cabeza a forma de aviso:
-Disculpa, mi nombre es Don Piña, un gusto, pichón, sí, ¡pero hay que irnos ahora!- Dijo Don Piña, mientras el loro rojo despejaba el pasillo a velocidad, rebotando contra las paredes, atravesando los cuerpos viscosos de todo secuaz que se acercara. El Ahogado seguía sonriendo, parado en una esquina, observaba atentamente mientras evitaba la pelea.
Un chiflido, hecho por el loro verde, hizo que todos voltearan a él. El loro amarillo se sentó en la cabeza del niño, quien ahora corría a la puerta, abriéndola de un empujón, con los otros dos loros volando hacia Isaac, dejando a El Ahogado con sus Errantes.

ESTÁS LEYENDO
Paraguas
Fantasy*¡En proceso!* La lluvia no se detiene. Aguacero se hundirá. El fenómeno del Niño impacta Guayaquil, haciendo que las escuelas cierren, obligando a varios jóvenes a quedarse en casa por las lluvias descomunales. Seguimos a Isaac, un niño de escuela...