La ciudad idílica carecía de un Sol que ofreciera brillo, y los bellos reflejos que reflejaban en los vidrios, yacían ahora rotos y agrietados, las plantas que rodeaban los edificios llevando un color lúgubre, apagado, apenas vivo, un lugar abandonado, descuidado por quienes estuvieron aquí. Isaac se estremeció al ver esto, sintiendo su corazón acelerarse. Lo que alguna vez fueron ríos y corrientes suaves, ahora eran torrentes y mareas de fuerza descomunal, una multitud de animales huyendo por la ciudad; las aves corriendo y saltando por los techos, con la lluvia haciendo peso cuál piedras en sus plumas, la multitud de bestias, juguetes y peluches trepando por los pilares de piedra, aferrándose con todas las extremidades, intentando no resbalar, las criaturas míticas y animales terrestres siendo arrastrados por la marea, o siendo cargados por figuras humanoides, distorsionadas y amorfas. Podían intentar imitar la apariencia, pero Isaac sabía que eran meras parodias humanas. Sus pieles tenían un brillo no natural, hechos de algún material viscoso, eran todos iguales, y sus cuerpos se doblaban y movían de formas imposibles, cuál gelatina.
Un perro de felpa era cargado por dos de estas cosas sin piel, vacías de emociones o expresiones. Poniendo al perro encima suyo, sobre lo que deberían ser sus hombros, las patas rubias del animal se hundieron en el cuerpo de estos monstruos, que ahora avanzaban en conjunto, sin decir nada, de forma errante y a su vez coordinados. Y peor, Isaac veía una legión de ellos: Incontables pseudo humanos, todos avanzando en fila recta, con el sonido de sus piernas golpeando el agua, sincronizados, algunos cargando animales y criaturas entre, o dentro, sus hombros y brazos, avanzando hacia el gran faro que se elevaba a la distancia, emitiendo una luz cegadora que daba vueltas por toda la ciudad, donde una risa gruesa y rasposa atravesaba por las calles, irrumpiendo incluso el rugido de la lluvia con su estridente carcajada. Isaac sintió que sus piernas flaqueaban y se rendían al ver la destrucción. El niño dejó de escuchar la gran marcha. Una gran ráfaga de viento se levantó desde las Peñas, moviendo el agua, doblando árboles y letreros, llegando a soplar hasta la cara de Isaac. Una gran voz vociferaba, profunda y ronca, revolvía el cabello de Isaías al ser levantado por el aire:
— Este miedo. Sabe distinto.—
Se escuchó un gran ruido, cuál intentando arrastrar toda la ciudad con su respiración, y una corriente de neblina y nieve, brillante y fractal, se coló por la espalda del niño, deslumbrante a la vista, pero dolorosamente fría al tacto, pasando a través de él, congelando a Isaac en su lugar aún más. Y el montón de monstruos de lluvia viró, tornando sus caras vacías y oscuras hacia el espectador.
— Tráiganlo.—
El corazón de Isaac empezó a palpitar fuerte, huyó corriendo de esta multitud, cerrando y abriendo los ojos en desesperación, despertando inmediatamente rodeado por las sábanas, con un estruendo pudiendo escucharse en la distancia. Sus ojos se abrieron de par en par inmediatamente, respiraba erráticamente, con su garganta seca y hecha miles de nudos.
La música, tan fuerte que vibraba por los pilares de la casa, resonaba hasta su cama. Isaac se levantó en confusión, poniéndose a oscuras las zapatillas y bajando hasta la cocina. Seguía siendo de madrugada. El ruido de la lluvia ya quedaba relegada de fondo. Elías estaba en la sala, la música a todo dar, con el codo hacia arriba, una botella de vidrio pequeña y transparente en mano, soltando gruñidos al terminar de tomar. Isaac aprovechó el excesivo ruido que hacía, colándose en la cocina en busca de agua. Elías se paró de su asiento, hurgando entre los muebles y cajones, buscando con prisa, rebufando apurado y mirando de lado a lado. Ocultándose con el mostrador, Isaac se detuvo por una relativa eternidad, controlando hasta la intensidad de su respiración, escuchando en sus oídos el tamboreo incesante de su corazón, pero nunca dejando de oír las fuertes pisadas de su hermano. Cuando Elías salió a paso apurado para su cuarto, Isaac encontró la oportunidad de tomar cuanta agua pudiera, sintiendo el frío alivio en su garganta al beber.
Antes de regresarse a su cuarto, cerca del ruidoso parlante que estaba en el suelo, un destello en la esquina más oscura de la habitación, una multitud de luces diminutas bailando y creando destellos en el aire. Isaac se acercó y se agachó para ver, ahora de rodillas, una funda diminuta, transparente, cargando dentro cristales blancos aún más pequeños que brillaban de forma hipnótica. Al acercar su mano, Isaac se alejó de un salto, apartando su brazo con fuerza al sentir el mismo frío que se colaba por su espalda cuando estaba dentro de la pesadilla, ahora respirando en su cuello. No alcanzó a levantarse, por sentir una mano gigantesca, seguida de un intenso dolor en su hombro izquierdo, apretando fuerte la piel, como un depredador intentando comerse viva a su presa. La ruidosa música fue callada con el sufrimiento, que tapaba los oídos de Isaac El dolor agudo era seguido por Elías, que acercaba su cabeza al oído contrario de su hermano:
— ¿Quién mierda te crees para andar metido aquí? Deberías estar en tu puto cuarto, como siempre. Y eso es mío. - Dijo Elias, inmediatamente arrastrando la funda con su pie hacia él, ocultándolo tras de sí, celando el brillo.
— S-solo vine por agua —
— ¿Sí? ¿¡Buscando agua en el suelo, imbécil!?
Elías gritó, su voz gruesa y fuerte ahogando más el ruido de la música, apretando con aún más fuerza el agarre en el hombro de Isaac, haciendo que el cuerpo del niño se doble en dolor, retorciéndose involuntariamente. Estaba tan enojado, que la voz de Elías temblaba al salir:
— Escucha bien, chucha. Si le dices a alguien, te juro, hijueputa, te voy a matar. Estoy harto de tus pendejadas, y peor ahora que tengo que aguantarte más. No te lo digo de broma, no estoy jodiendo, Isaac. Te mataré a golpes si me toca hacerlo—
Isaac soltaba quejidos agudos pero apagados de dolor, lágrimas corriendo por su rostro sin control. Sabía que lo hacía enojar más si se quejaba muy fuerte.
— Así que te vas para tu cuarto. Y ya sabes lo que pasará si abres la puta boca. ¿Entendiste?—
El mayor giró su cara directo a su presa, la peste a alcohol barato ahogándole. El estómago de Isaac daba mil vueltas, su garganta atada.
— Mhm — intentó murmurar Isaac contra el dolor.
— ¡¿SI O NO, CHUCHA!? — Elías gritó, mientras la carne de Isaac se sentía triturada por sus garras. La mano de Elías se había tornado roja de tanto, y tan fuerte, apretar.
— Si, si, por favor para, por fa...—
Rogó Isaac en dolor y desesperación, siendo soltado de la nada, cayendo al suelo del alivio. Se levantó y corrió sin dudarlo hasta su cuarto, la música aún sonando por los cimientos de la casa.
Sin mirar a los manojos de la puerta, las manos del niño cerraron y bloquearon la puerta de su cuarto.
Isaac se dejó caer contra su cama, su cara hundida en la almohada. No quería ni ver su hombro.

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Paraguas
Fantasia*¡En proceso!* La lluvia no se detiene. Aguacero se hundirá. El fenómeno del Niño impacta Guayaquil, haciendo que las escuelas cierren, obligando a varios jóvenes a quedarse en casa por las lluvias descomunales. Seguimos a Isaac, un niño de escuela...