VIII

3 0 0
                                    

Limón brincó cuando respondió -El Ahogado dijo que es una cría humana-

-Tradicionalmente conocido como niño, pero para nosotros, es un pichón.- Interrumpió Don Piña, mientras Oswaldo extendió la mano a Isaac en saludo. Isaac se presentó, y sintió la piel del artista, cual piedra suave y tallada. -Lo encontramos cuando escapamos de La Gran Cascada.-

-Las semillas no sirvieron, Oswaldo.- Dijo Fresa, -Saben amargo.- que ahora señalaba a la cadera de Isaac, donde reposaba la cangurera. -Pero Isaac descubrió algo chevere que querrás ver.-

Oswaldo extendió una de sus largas manos, que ahora brillaba sobre la cangurera de Isaac. -¿Con que sí, niño? ¿Qué tiene este bolso de aquí, por ejemplo?-

Abriendo la cangurera y sacando una semilla de color rosa neon, Isaac respondió: -¿Esta? Aún no la probamos. Solo pudimos usar dos hace un rato, pero- Y la semilla cayó en una pared, donde se pegó de inmediato para brotar raíces. Una flor rosada, de neón fuerte, ahora colgaba de la pared. Despedía una fragancia imposiblemente dulce y perfumada, que viajaba por el aire. Tenía seis pétalos, y en el centro de estos, los estambres, pequeños hilos de flor, se movían cual tentáculos, buscando apresuradamente de qué sujetarse.
-Una Amarilys. Muy linda.- Comentó Don Piña.
Limón saltaba de la emoción, que ahora había subido al gigantesco hombro de Oswaldo: -Ya ves, Oswaldo? Creo que podrían servir, aunque no las comamos.-

-Todavía no sé para qué sirve...- Oswaldo comentó en voz más baja, ahora dándole la espalda a la flor, Isaac y los loros volteandose con él.

Don Piña interrumpió: -Isaac nos ayudó a escapar de los Errantes y El Ahogado. Pero, me imagino que también piensas lo mismo que yo ahora, Oswaldo.-

-Claro. Esta ciudad no es lugar para un niño. O pichón.- La figura alta subió una palma extendida a su hombro, y Limón se posó en su mano.

Isaac subía y bajaba su cabeza en afirmación. -Mi mamá no sabe que estoy aquí. Creo que hay tiempo, pero debo volver antes de que llegue a casa.-

Oswaldo ahora alternaba su mirada entre el perfil izquierdo y derecho de Isaac, estudiando su cara. -No sé muy bien qué podrás necesitar ahora, a decir verdad. Pero, creo que te podrían ayudar en el Cementerio Hundido.- Resallos de frustración salieron de los picos de Fresa y Limón.

-No nos hagas ir allá otra vez- Decía Limón, dando picotazos en la mano de Oswaldo.

-¿Otra vez con ella? ¿Qué crees- Fresa fue interrumpido por un siseo fuerte y agudo, que venía detrás de ellos. Los cuatro viraron sus cuerpos a la flor, que tenía sus estambres extendidos, moviéndose con aún más energía, inyectando sus hilos dentro del pecho de un Errante, ahora en el suelo, sin moverse. La planta sacó sus estambres del cuerpo de agua, y ahora disparó hacia Isaac, que se cubrió por instinto, volviendo a abrir los ojos al escuchar otro siseo detrás de él, donde otro Errante había intentado escabullirse sin éxito, paralizado, cayendo de cara contra el piso y disolviéndose con el agua.

-Lo podemos hablar luego.- Dijo Oswaldo, elevando su rodilla derecha hacia su pecho, con sus manos a la altura de su cara, inclinando su cuerpo hacia atrás para mantener equilibrio.

ParaguasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora