| Capitulo X |

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|Para uno, para todos, haré lo que tenga que hacer.

No lo entiendes, todo es parte del plan.

Amante, cazador, amigo, enemigo.

Siempre serás cada uno de estos.|

Love and War - Fleurie

Love and War - Fleurie

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|Killian Haraldsen|

Observé como el fuego consumía los últimos vestigios de lo que había sido mi vida.

Y no sabía bien cómo sentirme al respecto. Una bruma pesada había nublado por completo mi sistema, evitando que cualquier emoción alcanzara la superficie para hacerse notar. No había tristeza ni rabia, tampoco dicha. Solo... frío.

Oscuridad.

En medio de la noche, viendo como la tela de mi ropa se quemaba en conjunto con la del mosquito, todo lo que quedaba de mí era un frasco vacío y resquebrajado. Había hecho todo mal desde el principio, entendí. Guiado por la desesperación y una estúpida idealización de lo que podría o no hacer, confié en quienes no debía y arriesgué la vida de aquellos a quienes quería. No era un líder, no era un alfa. Era un bastardo que había creado el arma que mató a su propia madre.

—Puedo escuchar como te insultas a ti mismo dentro de tu cabeza —la voz de Darian contrastó con la de mi consciencia.

Sentí como se acercaba por mi espalda y, pese a que no hubo contacto, percibí el calor que desprendía de su cuerpo. Llamando al mío, clamando mi alma. A estas alturas, si no estuviera conmigo, ya me habría arrojado a los rápidos del río.

Metí las manos en los bolsillos de mi nuevo abrigo, sin quitar la mirada del fuego. Hace dos horas habíamos abandonado Emerald Lake y solo nos detuvimos para eliminar nuestro rastro. La ropa había sido cortesía de Marcus, quien me dio instrucciones precisas de a dónde debíamos conducir. Sin embargo, Darian creyó más conveniente tomar otro camino. No me importó en lo absoluto cederle el control, estaba demasiado harto de existir como para pensar en que debía sobrevivir.

—Nada que no sea cierto —murmuré en respuesta.

Respiré hondo y, cuando iba a acercarme a apagar el fuego, Darian me detuvo tomándome de la muñeca. El contacto envió una única chispa que fue capaz de traspasar la bruma en mi mente y alma. Fue como acceder a la caja de Pandora, pero en vez de enfermedades, habitaban demonios que intentaban romper lo poco que mantenía de pie. Temblé, de frío, de dolor, de rabia. Había cerrado mis ojos por inercia mientras el recuerdo de mi madre muerta acudía al primer plano. El veneno impregnado en las venas de su cuello, la palidez enfermiza sobre su piel.

Una Maldición Inmortal | II |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora