Capítulo 1: Tormenta interior

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El sonido estridente del despertador rompió el silencio de la habitación de Danielle, anunciando el comienzo de otro día gris en su vida. Con un suspiro, la joven de dieciséis años se estiró bajo las sábanas, resistiéndose al llamado de la mañana. Cada día parecía una repetición monótona de la anterior, una batalla perdida antes incluso de comenzar.

Se levantó con pesadez, arrastrando los pies hasta el baño mientras el peso del mundo parecía aplastar sus hombros. Observó su reflejo en el espejo, una imagen de desaliento y desesperanza reflejada en sus ojos cansados.

Después de un desayuno rápido y sin sabor, Danielle salió de casa, sumergiéndose en la bruma grisácea que envolvía la ciudad. Los edificios altos y oscuros se alzaban a su alrededor, proyectando sombras que parecían devorar cualquier atisbo de luz.

Caminaba por las calles con la mirada perdida en el suelo, absorta en sus propios pensamientos oscuros. Pero entonces, algo cambió. Un destello de color llamativo captó su atención, rompiendo la monotonía de su visión.

Una chica, con una sonrisa brillante y unos ojos llenos de vida, caminaba hacia ella con confianza. Su cabello oscuro se agitaba con la brisa, y parecía irradiar una energía positiva que Danielle nunca antes había experimentado.

- Hola, ¿cómo estás? - dijo la chica con una voz cálida y amigable.

Danielle se quedó sin palabras, sorprendida por la repentina interacción. ¿Quién era esta chica y por qué se acercaba a ella con tanta alegría?

- Um, hola... Estoy bien, supongo - respondió Danielle, sintiéndose incómoda bajo la mirada penetrante de la chica.

- Me llamo Leah - dijo la chica, extendiendo la mano hacia ella - . ¿Y tú?

Danielle vaciló por un momento antes de responder.

- Soy Danielle.

Los ojos de Leah brillaron con interés mientras continuaban conversando. A medida que hablaban, Danielle se encontró sonriendo genuinamente por primera vez en mucho tiempo. La presencia de Leah parecía disipar las sombras que la rodeaban, inundando su mundo gris con destellos de color y esperanza.

Al despedirse, Danielle sintió una extraña sensación de calidez en su pecho, una chispa de algo que había estado ausente en su vida durante demasiado tiempo. Mientras observaba a Leah alejarse por las calles, una pequeña luz de optimismo comenzó a brillar en lo más profundo de su ser.

Tal vez, su mundo iba mejorando momentáneamente. Poquito a poquito.

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Al llegar de vuelta al departamento, paseé mi mirada con intriga por las personas desconocidas que habían llegado. Eran dos chicas y dos chicos, todos lucían de la edad de Harper. No podía evitar sentirme una niña al lado de ellos. Es el mismo sentimiento que sentía cuando Harper y Asher me invitaban a salir con sus amigos. Les resultaba raro salir con una niña de dieciséis, con la hermana pequeña de sus amigos. Las miradas curiosas no terminaban más, me molestaban.

Respiro hondo, haciendo un intento de ahuyentar esos pensamientos. No quiero caer en ese pozo sin salida ahora mismo. Los cuatro invitados saludan a Harper y Asher, y bromean entre ellos haciendo bromas que no logro escuchar.

Cruzo el salón despacio, sin poder evitar sentirme como una intrusa. Harper, quien porta una sonrisa de anfitriona, se gira sobre su hombro y mueve su cabeza indicando que me acerque a ellos.

- Oh - Asher se voltea a verme con una sonrisa cuando estoy en la puerta y una de las chicas se me queda mirando.- Chicos, ella es nuestra hermana pequeña, Danielle - dicho eso revolotea mi cabello como si fuera una niña de tres años. Intento no poner una mueca de enfado porque eso solo empeoraría mi imagen y les aclararía que sí, soy la hermana pequeña de Harper y Asher.

Me miran con detenimiento, analizando cada parte de mí. Tal vez están buscando el parecido casi inexistente que tengo con mis hermanos.

- ¡Hola!- Una chica rubia me asusta cuando me abraza. Es de mi misma estatura y sus ojos son castaños. Me sorprende el repentino abrazo y la extrema sobredosis de dulzura y cariño. Miro a Harper de reojo y se alza de hombros como diciendo "Ella es así"-. Soy Brooklyn, pero puedes llamarme Brook- sonríe de manera agradable y recuerdo que Asher me comentó que tenía un hermano pequeño, Aiden.

- Encantada- respondo sonriéndole a medias con una sonrisa un poco forzada.

- ¡Ay, Asher, es una ternura!- exclama de repente como si fuera una bebé recién nacida y pellizca mis mejillas a lo que frunzo el ceño. - Sois muy diferentes, nunca pensaría que fuerais hermanos.

Lo oigo a menudo. Mis hermanos y yo, compartimos las mismas expresiones, gestos y los mismos ojos. Pero luego nada más. Mamá, es castaña, al igual que yo. Papá, por otro lado, es pelinegro, y mis hermanos mayores son una copia de él. Pero heredé fantásticos hoyuelos y claro, me quedé con toda la belleza de la familia.

El resto se presenta, y conozco a Jess y a Thomas. Todos lucen agradables y emocionados de conocerme. Deduzco que el que queda es el famoso Aiden. Lo observo con detenimiento, su cabello no se decide entre ser rubio o castaño. Su cabello es corto, pero no demasiado ya que puede lucirlo desordenado como si fuera una marca famosa. Me llaman la atención sus ojos castaños ya que tienen dos motas de un azul intenso en cada ojo como si fueran dos gotas de agua. Noto la similitud que tiene con Brooklyn.

Todos se han ido a la sala de estar, dejándonos solos. Bueno, excepto por el pesado de Asher, que está parado a nuestro lado, formando un triángulo. Nos sonríe a los dos. ¿Qué le pasa...? Asher es así, así de bromista, burlón y molesto. Supongo que tendría que haberme acostumbrado a él ya que llevo dieciséis años soportándolo, pero... sigo sin estarlo. Aunque, hay que admitirlo, es divertido pelear con él. Hasta cierto punto.

- Ya sois mayorcitos, espero que os cuidéis - suelta burlón. La cereza del postre, cómo no.

Hago un esfuerzo para no ponerme roja. Aiden larga una carcajada. Noto que su voz grave y quiero gruñir frustrada al sentir la necesidad de volverle a escuchar reír.

- Piérdete, Asher - murmuro. Debo aprender a tomar sus bromas con humor, o, repito, mi estancia con él seguirá siendo desastrosa. Me despeina el cabello tal y como hizo minutos antes y se va con los demás

Aiden y yo nos quedamos en silencio.

- Hola, soy Aiden - estira una pequeña sonrisa - Danielle, ¿verdad?

- Así es, al parecer te han mandado para hacerme compañía.

- No voy a mentirte, no estaba tan emocionado por venir, pero ya cambié de opinión, no te preocupes - dice estirando su sonrisa.

- Bueno, yo pensé que serías un niño pequeño al que tenía que cuidar - confieso.

- Me puedes cuidar, si quieres - sonríe con diversión.

Me río para no rodar mis ojos. Le digo que me siga y pasamos por un costado de la sala de estar, en donde los amigos de mi hermano ya están colocando las bebidas y comida sobre la mesa y hablando en voz muy alta. Thomas, está por poner música porque le veo juguetear con el altavoz de su móvil. Intento pasar desapercibida: no es como si este desconocido y yo fuéramos a hacer algo en mi habitación. Solo que no creo que le haga gracia a Asher que me encierre con él. Apenas toco el picaporte de la puerta con Aiden por detrás de mí, mi hermano habla:

- ¡Puerta abierta! - ordena sin rodeos y sin siquiera mirarme. Es como si tuviera un sexto sentido cuando se trata de estas cosas.

Inevitablemente, resoplo. ¿Qué se cree? Harper, me da una mirada y se alza de hombros como si estuviera diciéndome que no puede hacer nada.

- ¿Quieres que nos vayamos de aquí? - le pregunto a Aiden con ojos suplicantes cuando me giro a verlo. Su cara de alivio me lo dice todo. No está muy cómodo con la situación. Asiente con alegría.

Inmediatamente nos apresuramos a alcanzar la puerta y cuando nos estamos yendo alcanzo a oír a Asher:

- ¡Danaa, cuidado con las manos, ya lo sabes!

Aiden carcajea mientras mi mejillas se acaloran. Dios, debería de dejar de ponerme roja cada vez que alguien dice cosas tan estúpidas como esa.

Entre Luces y SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora