Capítulo Uno: ¿Mala suerte, Rigel?

37 20 6
                                    

Las etiquetas son lo peor que puede existir en el mundo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Las etiquetas son lo peor que puede existir en el mundo.

Muchas personas creen que por tener cierta característica inmediatamente estarás lleno de estereotipos, críticas y ser juzgado antes de conocerte por completo.

Te pongo un ejemplo, las personas millonarias. Gran mayoría de la sociedad piensan que son odiosos, se creen más que el resto, presumidos... cosas así. Lastimosamente, este es lo que me ha tocado vivir durante toda mi vida, comentarios desagradables sobre mi estatus social, cuando todos somos plenamente conscientes que yo no decidí nacer con ese privilegio. Nadie me trató como lo que era: una persona normal, como los demás.

Por lo que, se me hizo raro, muy raro, demasiado diría yo, escuchar un:

—¿Te gustaría ir a una fiesta el sábado?

Un chico alto, de pelo castaño claro y con muchos lunares en la cara me miraba de una manera ansiosa. Parpadee un par de veces para poder salir de mi pequeño trance lleno de ideas sin sentido. ¿Me lo decía a mí? Con cierta vergüenza miré a mi alrededor de manera discreta, pero nadie estaba cerca de nosotros, sólo él y yo.

—Ah, perdona, ¿qué fue lo que dijiste? No te escuché.

—Si quieres venir a una fiesta el sábado, será en mi casa —repitió pacientemente.

Una fiesta, grandioso, algo que solo sabía su significado, pero no lo había vivido en carne propia, ¿me explico? Me di un tiempo muy corto para pensarlo, tampoco podía dejar esperándolo tanto tiempo y decirle un rotundo no. Pero, algo en mi interior no me permitió contestar eso, me impulsaba a aceptar la invitación, sería un ambiente nuevo, divertido, podría relajarme, aunque sea por un tiempo corto...

—Sí, por supuesto, ¿podrías darme tu ubicación? —respondió esa pequeña parte de mí que tanto deseaba ir a divertirse.

—Sabía que ibas a decir que sí —su expresión pasó a ser una de emoción, mientras me dictaba en dónde quedaba su casa—, es a las siete, aunque si llegas algo tarde, no hay problema, mis amigos no suelen hacer caso de lo que se les dice por lo que demora en comenzar...

—Está bien, seré puntual —lo interrumpí suavemente, entendía a la perfección lo que estaba contándome.

—¡Excelente! Te veré allí, Rigel, hasta mañana.

Desapareció tan rápido como había aparecido, solté un suspiro de rendición, no tenía ni idea de cuál era su nombre, pero, al contrario, él si sabía el mío, lo único que conocía de él era que compartíamos un par de clases de la carrera que estudiaba. Ahora me veía obligado a estar un poco más atento a mi alrededor.

Recogí mis cosas para irme a casa, hace un buen rato que las clases habían finalizado, pero por estar absorto en mis inútiles pensamientos no me di cuenta de que el tiempo se iba volando con tan solo pestañear.

Una Noche Para AmarteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora