Prologo

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– Em, tranquila. Has practicado hockey toda tu vida, te aceptarán en el equipo. – Dijo mi padre mientras conducía.

– ¿Si no me aceptan, me pagarás la universidad?

– Ni lo pienses.

Asentí nerviosa mientras jugaba con mis manos.

– 5 dólares a que no entra. –  Susurró Lucas en el asiento trasero.

– ¡No se vale! ¡Yo también iba a apostar a que la rechazan! - Respondió Daniel.

Lucas y Daniel son mis hermanos, de 10 y 11 respectivamente. Aun que no parezca, me aman, o eso me gusta pensar.

– ¡Ey! ¡Los estoy escuchando! – Reclamé ofendida. – Papá, diles algo.

– Niños, dejen a su hermana. – Dijo indiferente.

– ¿Y de dónde se supone que sacan dinero para apostar? – Añadí curiosa.

Daniel y Lucas se miraron cómplices y se echaron a reír. Los observé esperando una respuesta.

– De por ahí. – Respondió Lucas juguetón. Negué con la cabeza.

Unos minutos después nos encontrábamos en la entrada de la universidad.

– Bien hija, espero entres al equipo porque si no lo haces te quedas sin estudiar. – Dijo y me guiñó un ojo. – ¡Sin presiones!

– ¿No te bajarás a observar como juego? – Pregunté mientras abría la puerta del auto y salía.

– Lo haría, pero debo dejarlos en la escuela. – Dijo apuntando a Daniel y Lucas.

– Pero entran a las 7 de la mañana. – Añadí después de señalar la hora, eran las 9:44.

– Di que al menos van. – Dijo encogiéndose de hombros. – ¡Suerte cariño!

Cerré la puerta del auto y enseguida mi padre aceleró. Daniel y Lucas se asomaron por la ventana haciéndome gestos de burla, se nota el amor.

Me dirigí con mis cosas a la entrada de la universidad, el entrenamiento y partido de prueba iniciaban a las 10, por lo que me quedaban algunos minutos para activarme tomándome un café y cuestionando mis habilidades.

Me encontraba en la cola de la fila de la cafetería, por suerte no había demasiada gente, al llegar mi turno, pedí un café frío. No soy fan del café, pero necesito activarme de alguna forma.

– Serían 3 dólares. – Dijo el chico del mostrador.

– Claro. – Dije mientras abría mi bolso. Me tomó unos segundos sacar mi billetera y abrirla, para mi suerte, no había ni un dólar. Lucas y Daniel se llevarán una bonita sorpresa en cuanto llegue a casa, estos niños apostando con mi dinero, que descaro.

El chico del mostrador me observaba, mientras yo deseaba que la tierra me tragase.

–  Si no tienes dinero, ¿por qué te molestas en formarte en la fila? Algunos aquí tenemos prisa. – Dijo una voz femenina que provenía detrás de mi. Giré rápidamente para toparme con una chica de estatura media y complexión atlética, y un cabello rubio recogido en una coleta baja. Sus ojos de un penetrante color verde esmeralda que me miraban con intensidad. Su mirada era firme y su expresión seria.

Ignoré a la chica no sin antes observarla con incredulidad, un par de segundos después redirigí mi mirada al chico del mostrador.

AMOR DE HIELO [GL]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora