Amores, deseos y metas

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Ulquiorra había vivido mucha soledad, por su efigie fuera del estándar, por su habla en otro idioma, por su tristeza al quedar huérfano. Nadie de sus parientes en España reclamó al niño, estaba muy lejos para ellos, representaba una carga. Así que prefería estar solo, necesitaba defenderse así que aprendió desde pequeño. Sus primeros amigos fueron los libros en español, los únicos que podía leer, por eso se enamoró de la literatura, por tal motivo aprendió otros idiomas. Solo hasta la universidad pudo socializar al encontrar a otros que no lo juzgaban, había mundos por conocer y explorar en las palabras. Ahí tuvo un par de novias, las únicas relaciones íntimas qué estableció con mujeres, era muy inseguro en muchos aspectos por nunca haber hecho amigos. Por esas novelas tenía una idea romántica de como debe ser un hombre con una mujer, por lo que poemas y cartas eran su forma de mostrar su interés; incluso las flores eran un detalle que siempre regalaba. Sin embargo, era tan inocente que terminaron con él varias veces, estaba herido y lo siguieron lastimando al pedirle sexo, cosa que apenas sabía, por lo que fue la burla de las amigas de sus novias. Lo que sólo lo hizo más aislado, duro y solitario, se había vuelto inexpresivo, frío, antisocial e introvertido. Sus únicos amigos eran Grimillow Jean Jaquen, Noitra Gilga, Szayel Aporro Granz, Tier Halibell, Neliell Odelschwak, Arroro Niero, además del hermano de éste, Shiba Kaien; sus maestros, Louis Barragán, Coyotes Stark y Zommari Lerox.

Así que recibir ese tierno beso, viniendo de tan bella mujer era algo increíble, un sueño imposible para él. Esa pasión entregada de manera tan voluntaria, tan sinuosa, tan sensual, con ese tenue aroma que lo enloquecia, esos suaves senos sobre su pecho, era demasiada tentación. Por lo que cerró los ojos, recibiendo el beso, devolviendo a esos labios su propio deseo, abrazando la cintura de Inoue para acercarla más a su cuerpo.  El pelinegro era consciente de que aquello podía atraer muchos problemas a su vida tranquila, pero no podía negar que esa niña le hacía hervir la sangre.

Orihime al notar ese leve gesto de aceptación, sus manos descendieron por el cuello y el pecho del profesor. No era tímida, aunque tampoco salvaje, era más la ansiedad al descubrir algo especial, estaba llena de curiosidad por sentir ese cuerpo qué tanto admiraba. Indiscreta le retiró al caballero sus prendas, delicada, lujuriosa recorría sus brazos, su torso, sintiendo cada respiración, sin soltar sus labios. Apenas podía respirar, pero su corazón latía rápido con una necesidad insaciable de sentir más el olor, el calor, la piel del ojiverde.

Todavía inseguro el catedrático uso sus manos para acariciar las caderas de la chica. Era un toque suave, que no molestaba a la pelirroja, por el contrario le causó un cosquilleo inquietante, por lo que prodigiosa, empujó un poco al profesor hacia la cama haciéndolo caer. Ninguno detuvo sus besos y caricias. Por el contrario, la estudiante se sentó en la cintura del hombre, atrapandolo entre sus piernas, mientras esté deslizaba sus manos desde sus glúteos de Inoue hasta sus hombros, deleitandose con su figura. Atrevida la mujer terminó de desnudar a su muy nervioso amado. Ciffer estaba completamente entregado, esperaba que fuera la doncella quien continuará con aquel contacto, sin embargo pese a su exitación, la de ojos grises no tenía experiencia para hacerlo, por lo que sólo seguía con su juego, sintiendo el tímido roce de sus sexos.

El de pálida piel no era un experto, pero sus pocas ocasiones con una mujer le generaron cierta impaciencia. Se dio cuenta el literato que la dama no iría más allá por su cuenta, era como si esperará su respuesta. Así que animado por la situación, la abrazó fuerte, se giraron los dos en la cama, quedando el caballero arriba. Con ternura recargó sus manos sobre el colchón, sin desprender sus labios de la dulce boca de la adolescente. Inoue se sujetó de los hombros de su maestro, mientras este con gentileza iniciaba la copula con la mujer. Fue como dinamita, al principio sintió un leve dolor la alumna, que pronto se convirtió en una explosión de placer, que como mil rayos viajaban por su cuerpo desde su intimidad. Los gemidos de la pelirroja se empezaron a escuchar, cosa que solo aumentó el placer del ojiverde. Así entraron en una montaña rusa de gozó, sintiendo la calidez del roce de sus pieles. Ambos cruzaron la línea del orgasmo sin pensar en las consecuencias de haber realizado aquel acto. Con amabilidad el caballero abandonó la intimidad de su ahora amante, sentándose en la cabecera, estaba extasiado, lleno de adrenalina por lo ocurrido. Coqueteando la chica se enredo en la sábana, caminando a gatas hasta el regazo de Ciffer. El pelinegro la abrazó bajó sus grandes senos, recargando su mentón en el hombro de la dama.

¡Quiero a mi profesor! Donde viven las historias. Descúbrelo ahora