Siempre pense que lo único que podia anhelar un ser tan monstruoso como yo era la muerte. Nunca tuve esperanzas ni sueños. Pero con el paso de los años me he vuelto codicioso. Te deseo. Quiero tenerte solo para mi. Se mío, porque siento que tú eres...
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"Sin tu presencia mi vida comenzo a marchitarse pero tus cartas me devolvieron la esperanza"
⭐⭐⭐
Los primeros tres meses para el pequeño Perth fueron más fríos que el mismo invierno que ahora lo cubria todo, por más que lo intentaba en su cabeza no había nada más que pensamientos sobre su amo.
Recibia clases con Stefan todos los días pero cada letra que intentaba enseñarle se desvanecia de su mente tan rápido que él mismo terminaba cada día sintiendose miserable.
"Soy tan estúpido, si lo supieras te avergonzarias de mi"
Se lamentaba mientras observaba la nieve caer.
- ¿Crees que debería pedirle a Stefan que deje de perder su tiempo conmigo? - le preguntó a feliz.
El cachorro lo miro confundido pero sintiendo la tristeza de su dueño movio su esponjosa cola y ladro.
Perth sabía que esa era su manera de apoyarlo, lo abrazo mientras le lamia toda la cara.
Aquella dulce muestra de cariño lo hizo sonreír y también logro animarlo
- Saint confia en mi y no puedo decepcionarlo ¿cierto? - volvió a ladrar.
La dulce bola de pelos salio corriendo y trás de él, el pequeño Perth.
Estaban jugando hasta que un extraño hombre con una especie de bolsa se acerco a la puerta.
Cuando miro los ojos del chico se horrorizo, casi temblando saco una carta de su bolso y se la ofrecio.
Sin entender de que se trataba la recibió mientras el hombre huia.
"Que sujeto tan extraño, ¿qué será esto? Se lo llevaré a Stefan"
Se dirigió a la cocina, sabía que los sirvientes de seguro se asustarian pero tenia mucha curiosidad por saber que era ese papel.
Toco dos veces antes de entrar por suerte solo estaba Yago el cocinero, el tipo no parecia ser como los demás porque cada vez que se habían topado no le prestaba atención, secretamente se lo agradecia aunque ahora no sabía como hacer para preguntar por el mayordomo.
Yago frunció el ceño al ver que la mascota del amo lo miraba extraño.
- ¿Qué quieres? - preguntó con un tono duro.
Perth se asusto pero tratando de ser valiente se acerco y le mostro la carta.
- Es una carta del amo - dijo al reconocer su hermosa caligrafía. Hay que decirle a Stefan, ire por él.
Al escucharlo sus oscuros ojos resplandecieron de felicidad.
Yago fue en busca del anciano mientras el pequeño observaba la carta con tanta devoción como si fuera algo sagrado.
