A por Loredanna... otra vez

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Damiano

He tenido semanas ajetreadas, pero esta última... definitivamente se lleva el puesto número uno de todas.

Empezando con mi proyecto, el fin de semana que vino después de mí salida con Sal me centré de lleno en él, salir con ella fue una gran fuente de inspiración para mí retrasado trabajo escolar. Traviata se vino a pasar el fin de semana en casa para hacerse cargo de Lore porque en serio no quería distraerme de lo que hacía.

Pasé esos dos días enteros metido en la laptop, escribí mucho y también dibujé mucho, también tuve muchos dolores de cabeza, pero fueron detallitos técnicos que se resolvieron con unas cuantas pastillas y tés.

Para la tarde casi noche del domingo tenía todo listo, por lo que pude soltar el lápiz táctil sobre el escritorio y recostarme del apoyo de mi silla, debido a las rueditas, terminé resbalandome y chocando con el sofá.

Ahí estaban las chicas, entretenidas en un elegante juego de té que incluía boas con abundantes plumas de colores chillones como naranja y amarillo.

—¡Al fin! —exclamé, aliviado.

—¡Si! —festeja Lore conmigo.

—Bien hecho, Damiano —felicita Traviata.

Despido un suspiro de alivio al aire, una sonrisa se forma en mis labios. Hace ya un tiempo que no me pasaba tanto rato realizando un proyecto, sentía como si se me hubiera quitado una carga de encima.

No pasó tanto rato para que la falta de descanso y estar pegado a las pantallas casi cuarenta y ocho horas me pasara factura. Empecé a bostezar tanto que ya me dolía la mandíbula, mis párpados se mantenían abiertos por pura fuerza de voluntad, un dolor punzante se instaló en mi sien, la falta de una buena comida me hacía sentir mareado.

Tengo que perder esa mala costumbre de alimentarme con barritas energéticas en momentos así.

—Te ves mal, hermano —notó Lore, apoyada del lado derecho del escritorio—, mejor ve a dormir, Damiano.

—No... no —otro bostezo—, no puedo... tengo que ducharme y... —se me cierran los párpados—, preparar tu... mochila para la...

Las palabras que estaba por agregar se borraron de mi mente, iba perdiendo en mi batalla contra el sueño.

—A dormir —dijo mi hermana con un tono firme que de no haber sido por el cansancio, le habría mirado contrariado—, ahora.

No me dió tiempo de responder, Loredanna tomó mi mano y me arrastró a mi habitación.

Apenas sentí la suavidad de mi almohada y lo calentita que estaba mi frazada, me rendí en mi batalla contra el sueño.

Lo último de lo que fui conciente es del rostro de mi hermana cerca del mío y de su boquita dejando un beso en mi mejilla.

—Descansa, papá.

***

Mi alarma sonó a la misma hora de siempre, seis treinta de la mañana.

Conseguí apagarla tanteando el espacio de mi mesita de noche con la mano hasta que di con el botón de apagado. Que sonido tan molesto.

Me senté en mi cama, aún tenía los ojos cerrados, sentía la boca seca y aún tenía mucho sueño.

Pasé una mano por mi rostro en un vago intento para poder espabilar. Aún se seguía estando cómodo aquí dentro.

Hay que iniciar el día.

Sí... sí...

Salí de mi habitación con pasos torpes, aún llevaba puesta la ropa de ayer: una camiseta demasiado holgada que uso los fines de semana y un pantalón de lana que en su momento fue negro y ahora está de un gris tirando a casi blanco. El apartamento estaba bastante silencioso, aún medio dormido, avisté a Max en su caja de arena en el pequeño balcón.

Historia De Dos Corazones (Verdades O Mentiras #1.5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora