El hombre se hallaba recargado en una silla, lo único que hacía era mirar a la pared y dedicarle una sonrisa. Era como si estuviera viendo a alguien, cuando era evidente que no se encontraba ni una sola alma por ahí.
Su ropa estaba empapada por la lluvia y en su mano llevaba una pistola cargada.
Iba a dispararse a sí mismo.
—No me vas a ganar —dijo, para luego cerrar los ojos—. ¡Así que déjame en paz de una vez por todas! —gritó.
Había corrido por las calles con gran desesperación tan solo 5 minutos antes de encontrarse en esa situación y es que la gran tormenta afuera no había sido impedimento para que sus demonios despertaran desde lo más profundo de su ser.
Toda su vida, desde que había sido un niño, sentía que era como si alguien habitase dentro de él. Y quien sea que estuviera dentro de su cabeza, no tenía buenas intenciones, de eso estaba muy seguro.
Le había arruinado la vida.
Todo había comenzado en la secundaria, cuando tuvieron su primer encuentro o como su doctor le había dicho, su primer episodio.
"El chico, caminaba por los pasillos de la escuela, de repente, sintió como si se hubiera transportado a otra dimensión. Nunca se había sentido tan libre y lleno de energía como lo fue en ese momento, los colores eran vibrantes y los sonidos más intensos, el tiempo parecía haberse congelado. Cuando regresó en sí y volteo a su alrededor, los demás lo miraban con preocupación. Había estado corriendo y expresando palabras ininteligibles con un entusiasmo abrumador".
Luego, comenzaron sus cambios de humor pronunciados, desde su desbordante energía a episodios depresivos, lo que hizo que sus padres lo llevaran con un psicólogo y como si no fuera suficiente eso, con un psiquiatra y finalmente le dieran su diagnóstico; que para él fue, su propia condena.
Nunca tuvo una vida normal, no tenía amigos y las personas lo tildaban de lunático.
En el transcurso de su padecimiento, había descubierto lo aterradora que podía llegar a ser la soledad.
Su mente se había tragado cualquier rastro de esperanza que habitaba en él. Haciendo que la sombra que antes lo perseguía se volviera aún más grande.
No podía seguir permitiendo que le hicieran eso.
Odiaba tomar pastillas, recaer y tener estados de disociación. Estaba cansado, cansado de todo, del mundo, de sí mismo y de la persona que tomaba control de él.
Eso no era excusa para acabar con su vida de esa manera. No le daría el gusto a ese monstruo.
No se rendiría tan fácil. Si quería lograr un cambio, además de aceptarse, era el de llegar a un acuerdo con su otro yo.
Abrió los ojos y su semblante cambió, ahora no era el de alguien preocupado, sino el de una persona eufórica. Parecía que su otro yo estaba de vuelta.
Con una voz maniática, soltó una gran carcajada que resonó por toda la casa.
Nadie se daría cuenta de su estado porque estaba solo, así que no le importaba sonar como un loco desquiciado en este momento. O tal vez era porque no tenía tiempo de procesar lo que estaba ocurriendo.
Estaba por cambiar toda la jugada y hacer un trato peligroso.
—¿Sabes? Hice lo posible para que ambos aprendiéramos a coexistir. No obstante, tu objetivo era apoderarse de mi ser y eso no lo permitiré.
—¿A qué te refieres con eso? ¿Piensas deshacerte de mí? —hablo esta vez con su otra personalidad, quien furioso tomó un frasco de pastillas y arrojó su contenido por la habitación—. No es tan fácil, a menos que pienses en matarme. Tú no serías capaz de hacer algo así.
—¿Es necesario? ¿Acaso no deseas mi bienestar? Si no soy feliz, no lo serás tú.
—Si soy feliz, la diferencia entre los dos es que tú eres real y yo no.
—Yo te acepto. Entiendo que no pueda llevar una vida normal, no eres algo que pueda cambiar —musitó el hombre, para luego suspirar—. Pero si no cooperas conmigo: te mataré.
Su sombra y él. Ambos eran uno y al mismo tiempo muy diferentes. Iban a colapsar en cualquier momento. ¿Quién sería capaz de tomar el control?
El hombre, tomó su pistola y la levantó, quitando el seguro y colocándola en la sien.
«1, 2, 3... ¿Aún sigues ahí?» Cuestiono para sí mismo. Al no recibir respuesta, una leve sonrisa asomó sus labios.
El sonido de un disparo retumbó por la habitación.
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Múltiples sirenas arribaron al lugar, habían reportado un disparo en la casa de ese joven. Para sorpresa de muchos, no encontraron a nadie ahí. Lo cual, había despertado teorías y sospechas sobre lo sucedido y cuál era el paradero de Ian, quien sufría de un trastorno bipolar.
Fin
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Janus
Fiction généraleHabía una vez una mujer que tenía dos cabezas. Estaba loca. O eso era lo que las personas la hacían creer. Ella sabía que había algo oscuro en su alma y vivía atormentada. Un día, tomó la decisión de escribir sobre su propia sangre. Fue así, como n...