Capítulo O2

370 67 28
                                    

La carpa de adivinación siempre tenía ese olor característico a incienso.

Las velas esparcidas en la mesa redonda al centro, el juego de cartas que jamás podía faltar y la esfera de cristal que era utilizada solamente en casos especiales, formaban el ambiente adecuado para revelar lo que había más allá del presente.

Jay descubrió que poseía el don innato cuando cumplió los once años, al inicio estuvo reacio con la inesperada capacidad que la vida le otorgó, pero su madre fue quien lo motivó a explorar y a desarrollar la conexión al plano espiritual del mundo.

Tuvo miedo de incursionar, era tenebroso ser un niño que podía anticipar una gran parte de los hechos a futuro y ver cosas que ni en sus más terribles pesadillas imaginó presenciar.

Algo completamente desconocido.

Sin embargo, a lo largo de los años y con el soporte de su progenitora, supo manejar poco a poco su extraordinaria capacidad, aprendiendo y apoyándose de herramientas para entrenar su habilidad connatural.

Se adentró en el estado más elevado de su don, sus intuiciones pasaron a ser videncias y sus intervenciones siempre eran en un noventa por ciento acertadas.

También se interesó por conocer rituales que a veces los clientes solicitaban para atraer dinero, trabajo o bienestar a su vida, metiéndose de lleno con el asunto de las energías y rozando ligeramente el tema de la magia blanca.

Bastante misterioso, pero fascinante.

El poder extrasensorial que tenía de acceder al tiempo futuro, le abrió la puerta en el circo y ahora, era visitado con frecuencia por aquellos que deseaban conocer lo que el mañana les depararía. Incluso, las recomendaciones acerca de su trabajo se hicieron populares en internet y a veces, hasta le llamaban para reservar una cita concreta.

Y la única barrera que el universo le ponía al explotar la luz de su habilidad, se basaba en no poder ver el futuro de la gente que no lo solicitara.

Le era sencillo experimentar ciertas premoniciones a través del campo energético, pero sí la otra persona no le pedía ayuda para conocer lo que venía, se quedaba con presentimientos nublados.

Esa era la singular vida del clarividente en Legacy.

Aquella tarde, Jay terminaba de acomodar unos libros que consiguió meses atrás para entender mejor el tópico de la hechicería, cuando un conocido amigo entró sin temor a nada por el acceso principal, levantando con su mano izquierda dos rectángulos de cartoncillo.

—¡¿Quién está listo para un día de descanso?! —Sunghoon canturreó, cruzando el espacio a zancadas.

Él gruñó con la casual presencia y tomó su plumero.

—Claramente, yo no —respondió, desempolvando el lomo de los ejemplares—. Es viernes, el día que más clientes tengo.

La tierra seca que se filtró por las cavidades nasales de ambos, produjo picazón y no retuvieron el fuerte estornudo que sacaron a la par.

Sunghoon se frotó la punta de la nariz y no bajó la guardia.

—¡Vamos! Te avisé desde hace una semana que me darían las cortesías —le mostró ambos tickets recién impresos—. Hasta pedí no trabajar hoy.

—Tú tienes quién te cubra, yo no —exclamó, en un resoplido—. Discúlpame Park, pero no puedo.

No iba a darse el lujo de perder esa noche, el comienzo del fin de semana era una gran fuente de ingresos.

—¿Y sí le pides a tu madre que atienda solo por esta noche? —sugirió, abanicándole el rostro con los boletos—. ¡Anda! Tiene muchísimo que no disfrutamos de un espectáculo.

𝙄𝙏'𝙎 𝘼𝙇𝙇 𝘼𝙉 𝘼𝘾𝙏 » 𝙅𝘼𝙔𝙒𝙊𝙉Donde viven las historias. Descúbrelo ahora