𝟐. 𝐂𝐚𝐫𝐭𝐚 𝐝𝐞 𝐋𝐚𝐧𝐝𝐨

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El cielo gris de ese triste día parecía resonar con el tumulto de emociones que Lando sentía en su interior. En su apartamento, con la carta en blanco frente a él y el bolígrafo tembloroso en la mano, finalmente se decidía a enfrentar sus sentimientos y el dolor de su pérdida.













Querido Sergio,

No estoy seguro de si alguna vez podré encontrar las palabras correctas para expresar cuánto significaste para mí, y cuánto lamento las sombras que dejé caer entre nosotros. Desde el primer día que llegue a la Fórmula Uno, tu carisma y tu pasión por las carreras capturaron mi atención y, sin darme cuenta, mi corazón.

Siempre fuiste amado por todos, tu sonrisa iluminaba a todos. Me encontré admirándote desde una distancia que yo mismo impuse, atraído por esa luz que emanabas pero, al mismo tiempo, intimidado por ella.

Cuando vi que tú y Max comenzaron a estar más cerca, algo dentro de mí se quebró. Los celos me consumieron y, en lugar de enfrentar mis verdaderos sentimientos, elegí un camino que ahora lamento profundamente. Me comporté de manera que desmeritaba no solo tu trabajo sino nuestra amistad, diciendo a la prensa que yo sería un mejor piloto, todo en un vano intento de captar tu atención y quizás, de alguna manera torcida, hacerte sentir cerca de mí.

Hoy, con lágrimas en los ojos, me doy cuenta de cuán equivocado estaba. Tu partida ha dejado un vacío que ningún podio o trofeo podría llenar. Lo que más deseo, más allá de cualquier victoria, es poder volver atrás y cambiar mis acciones, mostrarte cómo realmente me sentía, cómo te admiraba y cómo, a pesar de todo, te amaba.

Me duele saber que te has ido y que nunca tendré la oportunidad de pedirte perdón en persona. Pero a través de estas palabras, espero que de alguna manera, donde quiera que estés, puedas sentir la sinceridad de mi arrepentimiento y la profundidad de mis sentimientos.

Perdóname, Sergio, por no haber sido el amigo que merecías. Perdóname por las palabras duras y los momentos en que dejé que mi egoísmo hablara por mí. Nunca fue mi intención herirte.

Te has ido, pero tu legado y el recuerdo de tu espíritu libre y apasionado permanecerán siempre conmigo. Te prometo que intentaré vivir con la alegría y la pasión que tú nos enseñaste a todos nosotros, y aunque no estés aquí, seguirás siendo mi guía en cada carrera, en cada vuelta que dé.

Con todo el amor que nunca supe cómo mostrarte.

Lando









Al terminar la carta, Lando dejó caer el bolígrafo y se recostó en su silla, dejando que las lágrimas fluyeran libremente. A través de sus palabras, había encontrado un modo de despedirse y, de alguna manera, empezar a curar las heridas de un amor no correspondido y un arrepentimiento profundo. Ahora, solo el tiempo diría si podría encontrar la paz que tanto buscaba.

𝐂𝐚𝐫𝐭𝐚𝐬 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐂𝐡𝐞𝐜𝐨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora