Todo dentro de Jiang Cheng le rogó que se detuviera, que no hiciera absolutamente nada y dejara las cosas tal y como estaban, que se olvidara de lo que alguna vez fue Lan Xichen y solo regresara junto al hombre que sin duda alguna lo recibiría con una enorme sonrisa y los brazos abiertos.
Sabía que ese era el camino fácil, uno que hubiera tomado y que tomó hace un año, lo sabía, pero lo que lo hizo continuar a pesar de las innumerables ventajas de seguir fingiendo ignorancia fue el incondicional amor que desarrolló hacia Lan Xichen ese último tiempo.
Lo primero que había intentado días antes fue averiguar si Lan Xichen había entrado a la biblioteca del descanso de las nubes tratando de ubicar a la diosa mencionada en el libro infantil, sin embargo, todos o gran parte de los integrantes de la secta Gusu Lan aseguraron no haberlo visto salir de su habitación hasta el día en que perdió la memoria.
Jiang Cheng ante el constante desconocimiento de los de la secta Gusu Lan llegó a la conclusión que su información provenía de otra fuente, un lugar diferente a su hogar.
Según lo que sabe, la otra biblioteca importante en la zona estaba cercana a los límites de Gusu con un pequeño pueblo, así que trató nuevamente de preguntar por Lan Xichen en aquel lugar.
—Un hombre vestido de blanco con un porte elegante...—repitió el bibliotecario llevándose una mano sobre su larga barba comenzando a acicalarla con los dedos.
—Con una cinta en la cabeza—agregó Jiang Cheng, ya que un Lan raramente era visto sin aquella importante indumentaria.
—Lo lamento... no recuerdo a nadie con semejante descripción, además, dice que fue hace un año, ¿Cierto?
Jiang Cheng asintió.
—No, en verdad lo lamento, pero esta vieja cabeza mía no consigue recordar a nadie con tal descripción, sin embargo, hay varios libros con mapas y trazados antiguos los cuales podría consultar, aunque debo advertirle que no recuerdo dos cascadas en las cercanías de este valle en todos los años que he vivido aquí, quizás lo que esté buscando se encuentre mucho más al norte.
Jiang Cheng volvió a asentir sin poder esconder su rostro de frustración. Llevaba días buscando un lugar que parecía no existir, un maldito lugar descrito en un cuento de hadas. Buscó desde registros en su propia secta como en aquella biblioteca en los límites de Gusu por días enteros y nada parecía ayudarlo.
Estaba descuidando sus deberes de líder de secta. El exceso de trabajo y el poco tiempo para hacer sus deberes se estaba comenzando a notar con facilidad en su humor y en los dolores de tensión muscular en su cuerpo y en su cabeza.
Revisó los libros en busca de algo similar a la descripción. Buscó toda la información de los ríos existentes y dónde desembocaban, incluso los que dejaron de existir, sin embargo, no había nada similar a dos cascadas.
Jiang Cheng sabía que debía guardar silencio, pero no podía evitar quejarse cuando terminaba un libro de al menos trescientas páginas para no terminar ganando ninguna información valiosa para la vida aparte de que la lavanda podía espantar a los desgraciados mosquitos.
—Fauna local y terrenos del norte...—repitió con molestia.
En su mente comenzó a leer todo con las palabras una encima de la otra, nada útil, pero quizás, si había algo importante allí.
—Brote de ensueño de aire...—leyó recordando lo que les fue obsequiado como recompensa por el pueblo que salvó junto a Lan Xichen.
«El brote de ensueños de aire es una planta extremadamente rara que se da en el sector norte del continente.
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Lo que él deseaba
RomanceUn día, al inicio del solsticio de invierno y sin aviso, Lan Xichen dejó su reclusión autoimpuesta. Jiang Cheng fue convocado meses más tarde. Él sabía lo que sucedió, sabía que el líder de la secta Gusu Lan había perdido repentinamente la memoria...