¿Y a ver una película?

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—Juro portarme como un caballero

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—Juro portarme como un caballero. —Insiste Naruto, sus labios estirándose en una sonrisa divertida, pícara, de chico malo, que empieza a aniquilar las defensas de Hinata.

—Seguro que sí.

—¿No irás a decirme que me tienes miedo? Vamos. A los dos se nos ha fastidiado la salida esta noche, no tiene nada de inmoral que dos vecinos tomen una copa y se hagan compañía durante un rato. ¡Qué se yo! Podríamos charlar, ver alguna película... Me gustaría conocerte un poco más.

—Mi vida es bastante aburrida.

—Entonces ya somos dos. Si lo prefieres, será una reunión oficial, puedo contarte los acuerdos tomados en la última junta vecinal.

Ella vuelve a pensárselo. Cuando ve que se encoge de hombros y se dirige a la puerta, cede:—Puedo ofrecerte un emparedado, cava y una cinta en blanco y negro.

Él se vuelve a mirarla con las cejas alzadas.

—Mientras que no sea Casablanca...

—Nada tan romántico, no te preocupes.

Naruto se abrocha un botón de la camisa. Solo uno. Lo que le permite a ella seguir viendo más piel de la que resulta prudente para su salud mental... Y menos de la que desearía.

—¿Preparo yo la cena mientras buscas la peli?

—¿Sabrás?

—Lo intentaré.

—La botella está en la vinoteca —indica, camino ya de su cuarto para ponerse algo más cómodo que el ajustado vestido que iba a lucir esa noche.

Minutos después, es un tiempo inverosímil para ella, a quien no se le da bien la cocina, Naruto regresa llevando una bandeja en una mano y la botella de cava en la otra. Ella se decide al final por «El crepúsculo de los dioses», de Billy Wilder, el film de 1950 que obtuvo once nominaciones y tres estatuillas, donde Gloria Swanson interpretó un papel magistral, según ella.

—Lo tuyo son los mensajes, ¿no? Espero que no se trate de una indirecta.

El comentario de Naruto no revela crítica, ni mucho menos. De hecho, le gusta su vestimenta informal: un pantalón holgado de seda negra y una camiseta con la enorme mano de un esqueleto alzando el dedo corazón.

Se acomodan, ella con los pies sobre la mesa de cristal, Naruto descorcha el cava y la emprenden con los emparedados mientras William Holden aparece en la pantalla de plasma de cincuenta y cinco pulgadas.

Hinata no puede centrarse en la película. Naruto es el primer hombre al que ha invitado a su casa. Su piso es su bastión, el lugar en el que se aísla del trabajo, donde puede ser ella misma. Siente que su presencia la desequilibra. 

Su apostura, su cabello rubio, ese modo tan varonil de sentarse... La escasa comida, las tres copas y el murmullo del televisor, unido todo ello al cansancio acumulado, hacen que empiece a sentir un sopor agradable y cierra los ojos.

A Naruto la historia de una actriz caída en desgracia le tiene sin cuidado. Ha visto la película varias veces y no puede dejar de observar, de reojo, el modo en que su vecina se echa hacia atrás su larga cabellera oscura, la manera elegante con que sujeta la copa, el mohín de sus gruesos labios al beber. 

Sus pies desnudos, pequeños, preciosos, de cuidadas uñas pintadas de rojo. Sin querer hacerlo, la compara con su antigua novia, sale perdiendo. Hinata es una mujer capaz de hacer perder la concentración a cualquiera.

Acaba la película y se levanta como si hubiera encontrado de pronto espinas en el asiento, dispuesto a despedirse.

—Te agradezco la cena y...

Guarda silencio al verla dormida. Se queda mirándola durante un largo minuto. Parece una muñeca. Aunque en el piso hay aire acondicionado, él comienza a sentir calor.

Recoge los restos de la cena, lleva todo a la cocina y busca algo con lo que taparla. Ella dice algo en sueños, se encoge sobre sí misma y continúa durmiendo, ajena a lo que bulle en su pecho, al deseo incontenible que se le ha despertado. 

Le entran unas ganas inmensas de besar esos labios jugosos, pero ha prometido comportarse como un caballero. Así que se inclina despacio sobre Hinata, la besa en el cabello, aspira de nuevo su aroma y se marcha. 

Continua.

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