Una cena con sorpresa

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Hinata aparca su Audi, toma la bolsa que ha llevado consigo y atraviesa el jardín del chalé

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Hinata aparca su Audi, toma la bolsa que ha llevado consigo y atraviesa el jardín del chalé. Ha conseguido una botella de Hibiki, whisky japonés de diecisiete años que le ha costado un ojo de la cara. Pero al día siguiente es el cumpleaños de su padre y quiere obsequiarle algo especial. 

Solo espera que no se le ocurra abrirlo para sus invitados, que es muy esplendido, y lo guarde para él. Porque sí, hay invitados. Su padre ha buscado nueva fecha para la cena con esa pareja que quiere redecorar varios apartamentos en la playa. Y ese miércoles no ha tenido una excusa para librarse de acudir.

No ha vuelto a ver a Naruto.

Casi agradece haberse quedado dormida viendo la película y encontrarse sola al despertar, ya de madrugada. Le conmovió, y le sigue conmoviendo, el hecho de que él hubiera tenido la delicadeza de taparla antes de irse. 

Y se le pone una sonrisa en la boca imaginando su cara, al día siguiente, cuando encontrara la bolsa en su puerta con los seis rollos rosa de papel higiénico. Se los ha dejado no solo porque cree que era lo justo, sino porque es un ardid para verlo de nuevo.

Sin embargo, él no se ha dignado a bajar para darle las gracias. De desagradecidos está el mundo lleno.

A pesar de estar un tanto cabreada con los hombres, Naruto ha despertado en ella algo que no entiende. Quedarse encerrada con un hombre en un ascensor y luego en el garaje no es como para iniciar una relación, ¿verdad? Entonces ¿por qué se siente vacía? ¿Por qué desea imperiosamente verle otra vez?

La empleada de su padre, una española que lleva trabajando para él desde antes de morir su madre, y a la que quiere con locura, abre la puerta.

—Hola, hermosa —saluda, dándole un beso en la mejilla y entregándole la bolsa—. Guárdalo a buen recaudo, es el regalo para papá. También hay una caja de chocolates para ti.

—Eres un cielo, mi pequeña. Te están esperando, pórtate bien.

Sonríe. ¡Qué bien la conoce! Se atusa el cabello al pasar frente al enorme espejo del hall, que ocupa casi todo el muro derecho. Se ve guapa. Para esa noche ha decidido ponerse un vestido de tirantes azul, y calza zapatos de aguja blancos. 

El cabello, recogido de modo informal con una larga aguja que se lo sujeta en la coronilla y deja caer algunos mechones a ambos lados de su fleco en su rostro. Poco maquillaje, apenas una pasada de rímel y pintalabios rosa.

Desde el salón le llega el murmullo de la conversación y ensaya la mejor de sus sonrisas antes de abrir la puerta corredera. Está a punto de ponerse a dar saltos al descubrir a Kurenai junto a su padre. Parece que al fin se han decidido a poner las cosas en orden, tienen los dedos entrelazados.

Los presentes se vuelven a mirarla y ella da las buenas noches, camina resuelta hacia su padre, que está guapísimo con su traje gris, le da un beso y luego abraza a Kurenai. No le cabe la felicidad en el cuerpo mientras es presentada a la pareja desconocida.

¿Nos Enrollamos?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora