Jungkook
Por lo general, daba vueltas y vueltas por toda la cama mientras dormía, pero hoy me desperté exactamente de la misma manera en que me había quedado dormido. Bueno, tal vez no exactamente igual, estaba duro como una roca desde que el culito de mi chico sexy había estado acurrucado contra mi pene toda la noche, pero nuestras posiciones para dormir eran las mismas. Mi chico todavía estaba acurrucado a salvo contra mi cuerpo.
Sonreí por lo tranquilo que se veía mientras dormía.
Esa tranquilidad fue lo único que me impidió darle la vuelta y hacer lo que quisiera con él.
Me levanté de la cama y me estiré e ignorando mi polla muy despierta, agarré un par de pantalones deportivos de mi tocador lo más silenciosamente posible. Entré en ellos y me dirigí a la cocina. Me rasqué la barriga mientras buscaba en el frigorífico algo para cocinar.
¡Ah, ja! Cogí un cartón de huevos medio lleno, leche y un poco de queso rallado. Ahora veamos, tengo yo... sí! Jamón cortado en cubos. Tortillas serán.
Me puse a trabajar en el desayuno y casi había terminado cuando escuché una risita proveniente del pasillo. Miré a la entrada de la cocina pero aún no podía ver a mi chico. Mientras preparaba las tortillas, la risa se hizo más fuerte.
—¿Escucho a mi dulce chico? —Grité con una sonrisa.
—¡Sí! —Sonaba justo afuera de la cocina. La cabeza de Yoongi apareció por la esquina.
—¿Estás listo para reír, papi?
Solo podía imaginar qué lo tenía tan emocionado.
—Listo.
—¡Mírame! —Entró en la cocina con una de mis camisetas. El dobladillo inferior le llegaba hasta las rodillas y las mangas le llegaban hasta los codos. El material se lo tragó completamente y todavía se reía tontamente.
—Eres lo más precioso que he visto en mi vida. —Dije seriamente mientras ponía nuestros platos en la isla central. Yoongi dejó de reír, pero la sonrisa gigante todavía estaba impresa en su rostro.
—¿De verdad?
—De verdad. —Presioné un beso en su frente. —¿Tienes hambre?
—Me muero de hambre.
—Bien, nos preparé tortillas y tostadas. Toma un taburete y te traeré un poco de jugo.
—¿Has cocinado todo esto, papi? —Preguntó con los ojos muy abiertos. Asentí con la cabeza y se hicieron más grandes. —¡Esto es increíble! Ojalá pudiera cocinar así, se ve y huele muy bien.
—Pensé que habías dicho que estabas comiendo un buen desayuno y almuerzo. —Le dije, frunciendo el ceño.
—Oh, lo he hecho. Como cereal todas las mañanas con fruta o yogur y luego como algo de fruta para el almuerzo y tal vez una barra de granola.
—¿Qué tal para cenar?
—Yo siempre ceno, papi. —Sonrió, luciendo orgulloso de sí mismo por hacer lo que le pedí.
—Eso es bueno, pero ¿Qué comes para cenar?
Frunció los labios mientras pensaba.
—Como mucho fideos ramen porque solo tengo que hervir agua, o esos raviolis en una lata que puedo calentar en el microondas. Ah, y comidas congeladas a veces. También van al microondas.
Oh, mi dulce chico. Instantáneamente sentí que le había fallado. Lo había comprobado para asegurarme de que estuviera comiendo, pero nunca le pregunté sobre la calidad de la comida.