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Yoongi

Dos meses después

Sonreí para mí mismo mientras subía las escaleras hasta el apartamento después de terminar mis clases. No podía esperar a ver a papi. Doblé la esquina y lo encontré sentado en el sofá hojeando una revista.

—¡Hola, papi! —Grité mientras me acercaba a él.

—Hola, pastelito. —Dejó caer su revista sobre la mesa de café y me sonrió.

—¿Sabes qué día es hoy?

Arrugó la cara pensativo antes de responder:

—Miércoles.

—¿No hay nada en lo que puedas pensar que sea especial en este miércoles?

—Hmm... ¿Día de lavandería? —Preguntó secamente, pero sus labios temblorosos lo delataron.

—No te burles de mí, papi. —Hice un puchero.

Se levantó del sofá y me envolvió en un fuerte abrazo.

—Tienes razón, hoy es un día muy especial. Feliz cumpleaños, dulce chico.

—¡Gracias! —Me reí cuando me atacó la cara con besos.

—Y tenemos planes muy especiales.

—¿Lo hacemos? —Pregunté emocionado. —¿Cuáles son?

Bajó sus labios a mi oído y susurró:

—Es una sorpresa.

—¡Paaaapi! —Me quejé. —¿Puedes darme una pequeña pista?

—Sin pistas, pastelito. Pero ya es hora de ponerse en marcha. Así que, si vas a tomar una ducha, nos… —Se rió cuando corrí hacia el baño antes de que terminara con su oración. Froté mi cuerpo lo más rápido posible antes de poner una toalla sobre mi piel y colocarla alrededor de mis caderas. Salí del baño y encontré a Papi en el pasillo, sacudiendo la cabeza con una sonrisa en los labios.

—Todavía estás todo mojado, dulce chico. —Sacó la toalla de mi alrededor y cuidadosamente secó mi cuerpo y cabello. —Ahí vamos, mucho mejor. —Me llevó a nuestro dormitorio y me dejó caer en una silla frente al tocador que me había comprado hace un mes o así, para tener un lugar donde maquillarme. Era el mejor Papi que un chico podía pedir. —Te pones muy bonito para mí y elegiré tu ropa.

—Sí, papi. —Me encantaba cuando elegía mi atuendo para mí. No me tomó mucho tiempo conseguir que mi cabello, ojos y labios estuvieran como me gustaban. Me levanté y miré a papi.

—¿Cómo me veo?

—Hermoso. —Respondió y presionó un beso en mi sien. —Está bien, vamos a vestirte. —Me tendió un par de calzoncillos naranjas para que me los pusiera, seguidos de mis ajustados jeans rotos. Me senté en la cama para que pudiera ponerme los calcetines y las zapatillas. —Ya está, todo listo. Me reí.

—Olvidaste algo, papi.

—¿Lo hice? —Preguntó, fingiendo confusión. Miró su propio cuerpo. —Hmm, estoy listo. —Se veía sexy con jeans oscuros, una camiseta negra con cuello en V y botas negras. —¿Qué podría ser?

—¡Mi camisa, papi!

—Oh, tienes razón. Qué tonto de mi parte. —Se acercó a nuestro armario y regresó con una pequeña bolsa de regalo. —Pruébate esto, dulce chico.

—¿Para mí? ¡Oh, gracias, papi! —Se rió mientras yo sacaba rápidamente el papel de seda encima del regalo. Metí la mano en la bolsa y saqué el material doblado. Lo sacudí para encontrar una camiseta recortada de color gris oscuro que decía 'El Chico de papi' en letras blancas.

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