CAPITULO 4

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Han pasado varios segundos y sigo sin poder responder algo, por lo que él decide que ha ganado.

Y agradezco que se aleje de mí, porque sin darme cuenta no sólo dejé de respirar, sino que también sentí la necesidad de tenerlo aún más cerca, para seguir disfrutando de ese aroma agradable que desprendía.

«Son cambios hormonales»

Espero a que regrese a su lugar y procuro dejar de pensar tanto, sin embargo, no se vuelve a sentar, sino que agarra mi bolso y se lo cuelga en el brazo antes de pasar por mi lado.

Se detiene solo para alzar ambas cejas.

—¿No vienes?

—¿A dónde? —pregunto confundida y sin moverme de mi lugar.

—A comer, si crees que te has desmayado por esa información falsa de internet, definitivamente estás loca.

Por mi orgullo le digo que jamás creería en algo así, aunque es obvio que es mentira, soy tan ingenua que de niña miraba los tutoriales para tener los ojos de color verde.

Es en estos momentos que caigo en cuenta de que ese mareo que sentí mientras estaba en el ascensor, no eran los nervios o la preocupación, sino que no había desayunado.

Ian sigue con mi bolso y me mira algo impaciente al ver que no me muevo.

—¿Y por qué vendrías conmigo?, puedo ir sola —inquiero extrañada.

—Quizás porque tengo la leve sospecha de que te vas a ir y me dejaras solo con la organización de la boda.

No le digo nada porque al final de cuentas él tiene razón, sería capaz de irme. Me pongo de pie y cuando estoy a su lado le quito mi bolso.

Al entrar al ascensor, el silencio es algo incómodo, y no puedo evitar fijarme en que, a pesar de medir el metro sesenta y tres, este hombre me hacía parecer de un metro cuarenta.

—¿La de mirar disimuladamente no te la sabes? —pregunta de repente. Él mira hacia el frente, pero ha sentido mi mirada.

—Si fueras mi tipo, claramente disimularía, pero como solo eres un cliente, te estoy examinando directamente.

Él se ríe de manera falsa.

—¿Ahora se le llama examinar?

—Lo digo en serio, necesito saber cómo eres físicamente para encargarme de todo, por ejemplo vestimenta.

—Físicamente soy perfecto.

Hago una mueca, porque nuevamente no puedo negarlo, el imbécil es guapo y lo sabe. Incluso puedo decir que ahora es más guapo que Evan.

—¿Cuánto mides? —pregunto intentando no sonar tan curiosa y con el afán de evitar el silencio incómodo.

-Un metro ochenta y seis.

«¡Por el arpa de David!».

Con razón me hace sentir tan diminuta.

Decido no preguntar más cuando el ascensor se detiene, salimos juntos y en el momento en el que comienzo a caminar a su lado veo que muchas de las trabajadoras lo quedan viendo, sin disimular un poco. Así que me siento menos acosadora, todas lo miran, es guapo y eso por más que me moleste no lo puedo cambiar.

Al salir del edificio la luz del sol amenaza con cegarme, me cubro mientras camino un poco más sin mirar a Ian, me detengo en la orilla de la banqueta y miro a ambos lados de la calle para ver si algún taxi decide parar.

—No creo que un taxi se apiade de nosotros —miro hacia mi lado para dirigirme a Ian, y termino llevándome una sorpresa al ver que no me ha seguido y en su lugar está a lado de un auto negro.

Un juego inofensivo #ONC2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora