Cuando logro reaccionar, mi primer instinto es darle un manotazo, pero antes de que lo haga él ya ha quitado su mano de mi cabello, se ha vuelto a sentar en su lugar y al ver mi cara de confusión y repulsión, gira sus ojos.
—¿Por qué tienes pastillas en tu cabello? —pregunta burlón. Es en ese momento en el que llevo mi mano a mi cabello solo para recordar que, afirmativamente, tenía una manía desde niña en guardar muchas cosas en mi cabello rizado.
Algo así como las mamás que guardan lápices en su cabello y se les olvida.
Pero definitivamente estoy loca, hacerlo en mi adolescencia quizás no era normal, pero era peor seguir haciéndolo ya adulta.
Ian espera mi respuesta mientras come, me siento algo avergonzada, pero no se lo demuestro.
—Lo de hoy ya no son los pastilleros, es mejor guardarlas en el cabello.
Él intenta reprimir una sonrisa y es algo extraño, simplemente ver a un tipo enorme que tiene cara de odiar a todos sonriendo por mis estupideces es poco común.
—¿El dinero también lo guardas ahí? —pregunta.
—No, eso por ley va en las tetas —digo de manera directa.
—Eres extremadamente rara.
Le respondo con una mueca, y le digo que es algo que ya sé.
—Pero me gusta, en mi trabajo me rodean muchas personas y es abrumador, la compañía de personas que siempre intentan saber más sobre ti para tener alguna clase de beneficios es agotador, pero con unos minutos a tu lado he podido ver que aunque eres un poco rara, has sido capaz de hacerme sentir bien y hasta divertido sin necesidad de que ese sea tu objetivo.
Justo en ese momento toma una pausa para tomar un poco de refresco y continúa, mirándome a los ojos.
—Eres genuinamente divertida y única Emily, más de lo que me gustaría admitir.
Su repentina confesión me hace fruncir mis cejas, no estoy acostumbrada a que intenten halagarme, y mucho menos alguien que creí que me odiaba, quizás en secundaria y preparatoria lo hacía, pero este tipo delante de mí, parecía ser totalmente diferente.
Y como no estoy acostumbrada a recibir palabras así, decido amenazarlo diciéndole que tiene prohibido reírse de mí y que por supuesto tenía que olvidar lo de mi cabello.
—Eso nunca rizos.
«¿Y esa confianza mi Slender man?»
Con mi mirada le termino diciendo lo que he pensado, y él en respuesta añade que queda bien en mí, más ahora que descubrió lo de las pastillas.
Intento dejar el tema de lado, pero Ian parece tener otros planes.
—Es la primera vez que veo a una chica hacer eso.
—Quizás no te das el tiempo de ver a otras chicas, un hombre prometido así debería ser —digo con tal de desviar el tema hacia su prometida, después de todo, ahora sí tengo que trabajar y conocerla.
—Tienes razón, solo puedo ver a una chica, y es única. —Sus palabras suenan tan profundas y sinceras que ver sus ojos oscuros puestos en mí me hace querer salir corriendo de este lugar.
Y luego pienso en su prometida, Ian podría ser odioso, pero por lo visto amaba a su prometida.
—Que bueno que lo tengas claro, espero y sepas sus gustos exactamente, porque por lo visto, estamos atrasados con todos los preparativos.
—Sí, escuché que te habías tomado unos días libres, Lily dijo que había tenido que estar trabajando con otra chica en tu ausencia.
Asentí intentando que se diera cuenta de que quería que comiera y me diera algo de tiempo para pensar en el porqué me había tomado días libres en el trabajo, no estaba enferma, tampoco creo que mis problemas matrimoniales me hubieran hecho faltar durante días.
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Un juego inofensivo #ONC2024
RomanceEmily Harper toda su vida ha tenido las cosas claras a pesar de tener solo diecisiete años, desde su trabajo deseado hasta su casa y esposo de ensueños, es por eso que aquella noche de pijamada cuando su mejor amiga sugiere que jueguen un juego inof...