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¡Miserable de mi! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte?

Romanos...

































Porque vosotros mismos se esconden entre las sombras, libres quieren ser... Pero ignorados llegan a hacer.

Gritos 7.24
Biblia de Babilonia.


























Aun lo recuerdo. O al menos, tengo algunos recuerdos viejos que me hacían feliz antes de ser aprisionada y alabada por el mal, hice un par de cosas que según mi estatus de estudiante de Monja no debí haber hecho.

Era 1944, y el vaticano nos había llevado a varias alumnas a una pequeña prueba básica antes de convertirnos en sirvientas del señor, sin embargo era en otro país, por lo que la experiencia seria única.

A la edad de mis 15 años, era una chica solitaria por el reciente asco que la iglesia me mostraba. Al ser huérfana, las demás jovencitas que eran de padres católicos, me odiaban hasta el alma. Pero no lo demostraban cuando la madre Martha estaba a la vista como halcón a su presa, siempre era cuando no había nadie supervisando.

Recibía golpes, patadas, insultos de ser blasfema, entre otras cosas que quisiera dejar de lado. Pero ese día del 13 de febrero de 1944, llegamos a Nueva Orleans, Louisiana en EEUU buscando iglesias y orfanatos para ayudar a los necesitados, ya sea en alimento y espiritualmente...

Me había tocado ser una de las limpiezas más extensas de mi vida, pues mientras las demás entregaban comida y leían cuentos a los demás niños en el orfanato del pueblo, yo cargaba las cajas de comida y la pilas de libros que les daba el Vaticano. Les daba asco por tener albinismo desde mi nacimiento, según la Monja Sarah asustaría a los niños por mi extraña enfermedad, Dios la escuche.

— ¡Hay! Que peso! — Otra niña se quejo a mi lado — ¡Voy a ser monja no un monta cargas. Maldición!

— ¡Maria no insultes! — Dijo otra asustada a que la escuchen — Disculpa Scarlett, no, no fue su intensión de insultar.

— Si... No... No hay porque disculparse.— Me encogí de hombros tímida.

Las dos castañas se vieron por unos segundos, ellas sabían el odio que las demás le dan a Scarlett, que aunque ellas se juntaban con esas chicas, igual las gemelas resultaron ser huérfanas de nacimiento, pero estas no le seguían el juego a las demas para bajar la autoestima de alguien.

— Oye Scarlett! ¿Tienes algo que hacer esta noche? — La mencionada levanto una ceja — Porque, mi hermana y yo nos colarenos a una fiesta.

— ¡Maria basta! ¡No debían saberlo! — Se quejo la otra.

— ¿Pero, eso no es prohibido? La hermana Sarah nos vigilará toda la noche — Comento acomodando una caja enorme.

La gemela castaña paso su brazo tras los hombros de la albina, quien se tenso por unos segundos. La joven le explico que habían puesto una pequeña pastilla para dormir en el café nocturno de la amargada monja, que nunca falla en tomarlo por las noches y entonces, esa era su oportunidad de oro.

Religiosa Tentación • Hazbin Hotel Donde viven las historias. Descúbrelo ahora