Que triste es recordar como alguien se fue sin despedirse, mas que con la mirada distante cargada de muchos recuerdos juntos, o solamente recuerdos.
Se aproxima la lluvia, la ropa está tendida. Personas buenas en este vasto mundo, acompañadas por el orgullo, y el pensamiento abrumador de cambiar las cosas.
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Llegará pronto. Correr por el túnel infinito, no hay salida, solo la fe de salir de ahí, y encontrarte con ella, o con eso,
un tierno abrazo de hermanos, el perdón de Dios, ¿Cómo sonará esa canción?, al salir, al entrar, cuando termine, cuando empiece.
No hay vuelta atrás. La luz titilea. Ahí viene. No corras como el ratón, camina, camina, sigue caminando con esa débil esperanza.
El zumbido de la lluvia, gran tempestad se acerca. La luz titilea, es increíble que el pequeño ojo humano pueda verlo, y a su vez estar tan lejos de ello.
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Se apaciguan los gritos,
dejando mares de tristeza e infinitos recuerdos, traumas, la tortura más larga.
El televisor está encendido, pero el aguacero se superpone y abruma el único refugio de cualquier hombre cansado, hasta que cae, cae lentamente, vuelve a subir gradualmente.
O te explota el cerebro, o te oprime el pecho.
No hay nadie en el viejo mueble gris, pero sin duda hay alguien, o algo; un portal, alguien sufriendo, o solo experimentando el vacío.
Una tercera persona, se escucha un leve sonido, es ella, es él.
-«¿Cómo alguien puede estar sudando con este frío?»-.
Es verdad, incluso las ventanas están abiertas y el ventilador está encendido. Que noche más sombría, que lluvia más inesperada.
La luz titilea, otra vez.
-«¿En qué mes estamos?»-.
Febrero, todo pasa increíblemente rápido. Vuelve a subir el agua, cayendo en la casa con cada gota más veloz que un rayo.
Oh, cariño te vas como...ya no estás, no hay café, no hay té, ni nada que moje mi lengua.
Ya es tarde, ya escampó, como el mes de febrero.
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