Tibio sentimiento, que se vuelve más intenso, mientras termina la canción de fondo:
Everybody's got to learn sometime...mmm...Everybody's got to learn sometime...
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Tristeza se ve opacada por un rojo bravo, que se torna en el rostro de Mario. Él lo recibe con los brazos abiertos y le da la bienvenida mientras éste pasa por su esófago y recorre sus venas
—solo vales la mitad JAJA —dice Ira—, no, me equivoqué, no vales nada en este momento JAJA. ¿Piensas seguir llorando como un bebé?. Déjame ayudarte. Consumeme y yo te consumiré
Efímeras redes, que atrapan en segundos hasta el pez más gordo.
—Que lástima, te llevaste todo, excepto la casa jaja. No hay esencia perfumada, ni nuestras cartas de oro, busqué cualquiera cosa que me recordara a ti, hasta en los confines del patio, pero nada, está árido, nuestro viejo escaparate, nuestra gaveta de medias, ya ni siquiera hay rastro de nuestros mensajes en línea. Pero con todo eso, mi egoísmo me motivó a seguir buscando en otro lado.
El sillón se vuelve cada vez más grande, y Mario, se ve envuelto en un voluminoso cojín que le recuerda tristemente su niñez, cuando saltaba sin parar en los castillos inflables, cada segundo, cada salto, tan finito y predecible momento de irse, cada vuelta, cada recuerdo de ella, lo hacía pensar en los castillos inflables.
—«supongo que sigo siendo un niño»—
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Inevitablemente.
La mirada le pesa, la lengua le arde. Ira se está yendo, se desvanece lentamente como dándole un ultimátum a Mario para ayudarlo. Entonces levanta el mentón y frunce el seño cuando ve llegar a Alegría (después de darse cuenta de lo tonto que es). No puede aceptar la realidad. Toma un, dos sorbos más y se prepara para confrontar a su amiga, espera a que hable. El Sabe lo que le dirá, pero todo es una mentira, de hecho, odia las mentiras (al fin y al cabo este ambiente es creado a partir de una).
Último sorbo.
—Consúmeme...
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