Capítulo 1

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Devon, Inglaterra, 1815

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Devon, Inglaterra, 1815

El conde de Downe era conocido por ser un experto jinete… lo que era afortunado porque era más difícil que el infierno mantenerse sobre el caballo cuando uno estaba borracho. Era aún más difícil por la noche, y esta noche era más oscura que el pasado de un Iibertino. Pero Mamoru Chiba y su montura conocían estos húmedos páramos. A través de los años, habían cabalgado como los sabuesos del infierno hacia los acantilados y hacia la pequeña ensenada que había debajo, donde encontraban solaz en una casa que nunca había sido un hogar.

En ese momento atravesaba esos páramos, alejándose de sus propiedades, hasta ya no saborear el aire del pasado, sino sólo el salobre aroma del mar. Ahora podía respirar de nuevo. El caballo y el jinete aminoraron la marcha cuando se acercaron a los acantilados, y Mamoru se relajó. Dos años antes las cosas habían sido diferentes a lo largo de esta costa.

Inglaterra había estado en guerra con Francia. No obstante ahora todo parecía tranquilo en el Canal. No había mares embravecidos por la tormenta, no había nubes oscuras, ni barcos franceses acechando desde la costa opuesta, ni tampoco la antes frecuente visión de los barcos del bloqueo inglés zigzagueando a través del agua. Hasta el mes anterior , él como todo el resto del mundo, había pensado que la guerra había terminado. Luego Napoleón había escapado de Elba. Los rumores más recientes decían que el Emperador estaba marchando a través de la campiña francesa haciendo campaña para reunir apoyo.

Mamoru miró fijamente el Canal hasta que se dio cuenta de que se estaba comportando como un idiota soñador que fantaseaba por un instante acerca de que podía ver lo que estaba ocurriendo en la costa opuesta. Sólo veía negro… una extensión de agua oscura y cielo nocturno. Era esa época en el mes cuando la luna se volvía cobarde y su espalda era lo único que uno podía ver. La luna del contrabandista.

Sacudió la cabeza con mofa y guió a su montura por el acantilado. Lunas de contrabandistas y ejércitos franceses. Debía estar endemoniadamente borracho, para murmurar como uno de esos viejos pescadores supersticiosos del pueblo. Soltó una carcajada desprovista de humor. Soñadores y tontos, todos ellos. Miró hacia los acantilados del sur, donde las luces titilaban tenuemente en la vecina propiedad de Tsukino. Un instante después en su mente destelló la imagen del rostro deuna joven mujer enmarcado por una salvaje melena de rizado cabello rubio dorado. Usagi Tsukino.

Dios… ese era todo un pensamiento. Palideció un poco e hizo girar su hombro, el mismo que una vez ella le había dislocado accidentalmente. Instintivamente levantó la mano hacia su ojo derecho, el que ella una vez le había puesto morado con una bola de críquet. Su pie se encogió como si súbitamente hubiera recordado el dolor que le inflingió ella bailando sobre él, y más recientemente cuando le había pasado por encima con el carruaje de dos caballos. Después de ese incidente se vio forzado a usar bastón durante dos meses.

Inclinándose sobre la perilla de la montura, observó las luces de la mansión titilar y sepreguntó si estaría en alguna de esas iluminadas habitaciones. Ni bien ese pensamiento cruzó su mente sintió un poderoso, instintivo y auto conservador impulso de poner una gran cantidad de millas entre ellos. No, pensó. No millas… continentes.

Soñando (2° libro de brujas) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora