Capítulo 5

86 7 1
                                    

Alguien estaba pronunciando su nombre

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Alguien estaba pronunciando su nombre.

— ¿Mamoru?

— Grrrrrrrrrr

— Shush, Gus.

Mamoru sintió una suave mano acariciarle la mejilla.

— Por favor despiértese.

Abrió los ojos. La diablilla lo estaba mirando. Por instinto se corrió para apartarse. Un pinchazo de fuego le recorrió el brazo y el hombro. Gimió y dejo que su cabeza cayera hacia atrás en el regazo de ella.

— ¡No se mueva! – Exclamó, acariciándole suavemente la mandíbula— . Por favor. He estado tan preocupada.

El dolor decayó hasta volverse una débil palpitación y tomó lentos y profundos alientos. Se sentía pegajoso y helado y se dio cuenta que tenía el pecho desnudo a excepción de la camisa rasgada, que tenía envuelta a su alrededor como una manta. La miró y ásperamente dijo:

— ¿Qué fue lo que pasó esta vez?

Su rostro empalideció, viéndose repentinamente blanca en contraste con el negro hollín que le tiznaba las mejillas y la barbilla. Había líneas en el hollín de sus mejillas. Había estado llorando. Tragó saliva, se sorbió la nariz, y luego tomó aliento estremeciéndose.

—Yo… yo le disparé .

Miró su camisa. Una amplia mancha marrón de sangre seca estropeaba la manga izquierda.

Trasladó la mirada a su brazo izquierdo. Estaba envuelto en un pedazo de enaguas de lino con encaje, las puntas de las cuales estaban atadas en un prolijo y abultado moño.

Repentinamente lo recordó todo:

el arma a sus pies, el perro bostezando y estirando el largo cuerpo frente a ella, la conmoción en su rostro cuando la pistola se disparó .

Alzó la vista hacia ella ahora. Sus ojos estaban nublados y enrojecidos por llorar, y se mordía nerviosamente el labio inferior. Todo su comportamiento evidenciaba autocensura. Parpadeó para retener las lágrimas, inhaló temblorosa, y se quedó allí sentada, esperando, con una rara mezcla de valor y frustración.

Él cerró los ojos para notener que mirarla.Así que la diablilla le había disparado. No era nada excepcional, sólo otro día en la monótona vida de Mamoru Chiba. Por un breve instante se preguntó a sí mismo que más podría hacerle ella, luego se dio cuenta que sólo estaba buscándose problemas. Abrió los ojos. Allí frente a él estaba el rostro de los problemas. Se veía como una niña esperando ser azotada. Tenía la cabeza inclinada y la nublada mirada fija en las manos entrelazadas, los nudillos de las cuales estaban blancos de tanto apretarlos.

Le latía la parte de arriba del brazo, un doloroso recordatorio de que en verdad, la culpa había sido de él. Le había dicho que le entregara el arma, que era como pedirle al Diablo que rezara por él. Estúpido tonto. Era lo mismo que si le hubiera puesto el arma en la mano y le hubiera dicho que tirara del gatillo. Miró fijamente las vigas y se preguntó a sí mismo que más podría haber pasado. Suponía que si la suerte hubiera estado de su parte ella le habría disparado a uno de los contrabandistas. Pero basado en experiencias anteriores, él era su blanco habitual. Se miró la herida nuevamente.

Soñando (2° libro de brujas) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora