Capítulo 6

102 9 1
                                    

El cerrojo se abrió con un chirrido herrumbroso que hizo que a Usagi le rechinaran los dientes

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

El cerrojo se abrió con un chirrido herrumbroso que hizo que a Usagi le rechinaran los dientes.

Se volvió justo cuando la puerta se abría y el cañón de un mosquete asoma bapor la apertura. El mosquete tembló, y luego de una pequeña pausa, apareció la cabeza de cabello gris de Alan. Rápidamente le tiró un largo hueso de sopa a Gus.

Aterrizócon un fuerte golpe sordo y rebotó por el piso de madera uno o dos pies. Por la forma en que se abalanzó sobre ese hueso uno nunca hubiera adivinado que Gus se acababa de comer la comida de Mamoru. Como un animal muerto de hambre, lo abrazó entre las grandes patas, luego lo apretó entre los dientes, mirando hacia la izquierda y luego hacia la derecha con los ojos caídos.

Se puso de pie y trotó por la bodega enseñando orgulloso su botín, la cola menándose y las orejas rebotando.

Lo llevaba como si fuera un trozo de faisán. Pasó arrogantemente tres veces frente a un Mamoru de mandíbulas apretadas, luego se acomodó en un rincón y comenzó roerá vidamente el hueso.

—¿Discúlpeme, Mr. Alan? — dijo Usagi, ignorando el resoplido sarcástico de Mamoru.

El contrabandista alzó la vista y apuntó el cañón del mosquete hacia ella, usando la puerta como escudo.

—No soy Alan.

Ella hizo una pausa, un poco aprensiva. Era Steven, y la última vez que lo había visto estaba siendo llevado afuera inconsciente. Suponía que no debía estar muy complacido con ella. Asintió tentativamente y buscó algo apropiado que decir.

Por su apariencia, se imaginaba que había salido bastante ileso. Después de todo, aúntenía sus cejas. Para mostrar buena disposición, decidió que un cumplido era lo más prudente.

— Mr. Steven. Se ve bien.

—No soy Steven.

Se quedó boquiabierta.

— ¿Otro hermano?

Asintió.

—Aye.

Ella levantó tres dedos.

El hombre asintió.

—Trillizos.

—Oh. — Le dio un rápido vistazo a Mamoru, que estaba sentado en una esquina cercade un barril de brandy. Tenía las rodillas levantadas, el brazo herido descansando sobre una de ellas, mientras observaba a Gus con los ojos entrecerrados lo que le hacía parecer como si estuviera a punto de robarle el hueso para comérselo él.

—¿Alguna vez había conocido a trillizos?

Mamoru no respondió. Sólo se quedó mirando a Gus de la forma en que el Duque de Wellington podría haber mirado a Napoleón a través de un campo de batalla. Suspiró y se volvió hacia el otro hermano.

Soñando (2° libro de brujas) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora