What would you think of me now?

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Cuando dejo de percibir sus latidos contra su pecho, finalmente respondió.

–Xiao significa demonio, Haoyu–concluyó en un susurro inaudible para cualquier criatura lejana a ellos, mientras que lágrimas se derramaban sin control sobre sus mejillas, presionaba su figura inerte contra él. La culpa, el dolor y la angustia lo atormentaban.

Y por primera vez en todos los años que había estado junto con el joven, se sintió perdido.

Aún con su cuerpo levemente caliente, contrarrestante de la ventisca que los rodeaba, la soledad lo golpeo con todo su fulgor.

Movió los cabellos de su rostro con cariño,  ignorando las marcas de rasguños en ella, producto de su propio duelo.

Pensó plenamente en el último deseo que realizó al cielo, antes de convertirse en aquel monstruo.
La luz de la vida accedió a su petición puesto que ella no le arrebató la existencia al joven, sino sus propias manos fueron quienes lo hicieron, aquellas que ahora mismo en acto de hipocresía lo sostenían con tanta delicadeza.

Pero cuando su cuerpo comenzó a volver a la normalidad, y el dolor de los huesos rotos se a disipó, concluyó que algo externo a la batalla propia había sucedido, algo beneficioso no solo para él, cuyo cuerpo había sido esclavizado por el Oscuro, sino para todas las criaturas bajo su mando.

Con el cielo azul nocturno iluminándose gradualmente, pudo vislumbrar una figura acercándose desde el norte a través de la nieve.

Instintivamente, sostuvo a Haoyu, protegiéndolo aunque no hubiera nada que proteger realmente. Una cascara vacía, drenada de toda esperanza de subsistencia.

Cansado de luchar contra la magia oscura que aún residía dentro suyo, y con la perdida aún palpable en su corazón, no se levantó, ni se posicionó para defenderse. Si aquel hombre intentara atacarlo lo dejaría ser, permitiría que le embistiera los ojos  con tanta fuerza, como solo él lo merecía, rogaría múltiples veces si fuera necesario.

Alatus merecía morir.

Y en cuanto ese pensamiento atravesó la mente del azabache, los suelos y ríos cercanos quienes fueron espectadores rugieron en su nombre con negación, como una multitud adorando a Dios, rogaron por su total perdón.

Pero él no escuchó, por supuesto.

Por eso cuando el hombre de fina cabellera finalmente llegó a ellos, Alatus se limitó a implorar entre susurros que terminara con su vida.

Un alma tan joven como aquella, tan nueva y pura que una mísera muerte humana lo llevó al borde de la locura, tomó desprevenido al Arconte.

–He asesinado al Oscuro quien te tuvo esclavizado, si eres libre de su mandato, huye y vive como no pudiste hacerlo antes ¿por qué aún te aferras a ese hombre con tanta insistencia?

–Porque no existe una vida que yo quiera sin este hombre bajo mis brazos, porque la libertad que tanto anhelé iba ligada a su espíritu y no hay esclavitud a la que haya sido sometido antes que se le compare a su ausencia–alegó a la par que sus ojos vacíos denotaban un cansancio que jamás seria remediado, su voz profunda y plagada de aflicción llevó al hombre a entender su necesidad.

El mayor reflexionó un instante para después sugerir una alternativa:

–No puedo proponerte la felicidad, no después de la pérdida de tu esperanza, pero te ofrezco un sentido, producto de tu necesidad. Ven conmigo y te protegeré del resto del mundo, a cambio serás un pilar importante para mi nación, y la resguardarás como si el hombre que sostienes viviera ahí.

Ante la falta de otra motivación, y sin ganas de oponerse al camino al que la vida lo dirigió, simplemente accedió, aliviado ciertamente por encontrar a alguien que le proporcionara la oportunidad de seguir, a pesar que ya no lo deseaba. Sentía enteramente que no merecía una segunda oportunidad.

Miró hacia abajo y posicionó a Haoyu entre sus brazos con cariño, recordó con nostalgia todos los años juntos y su corazón simplemente no pudo soportarlo, lejano a cualquier realidad de cualquier otro ser existente, se permitió salirse del impacto y sufrir como nunca lo había hecho en su vida, se aferró a sus brazos con anhelo y gritó desde el fondo de su alma que volviera a él, que fuera un sueño, que abriera los ojos y lo mirara con la dulzura tan característica de él, que le mencionara que el ambiente desprendía olores dulces, que riera y bromeara con él con esa picardía tan suya.

El frío finalmente le alcanzó los pulmones y su pecho se encontraba tan cansado del sufrimiento que poco apoco se fue apaciguando; cuando su respiración se relajó, el adulto se acercó, se inclinó a su estatura y palpó su cabello con empatía, acción que el joven agradeció enteramente.

Se levantó con pesar, dejando a Haoyu con delicadeza sobre la nieve, cuando noto que llevaba postrado un collar de perlas sobre su cuello, que, en un acto de egoísmo se lo quitó con cuidado, y lo puso sobre el suyo propio.

Una de las flores del árbol encima de ellos cayó sobre el rostro del de ojos oscuros, que lo hacía ver tan pacífico, tan hermoso, que Alatus no pudo resistirse y se inclinó hacia él.

Te amo, Haoyu.

Suspiro cerca de su rostro e insertó un beso sobre su frente, con tantas emociones desbordándose que incluso la tierra y los ríos vibraron de dolor.

La deidad tomó del hombro al dorado con afinidad, mientras el corazón del joven se hacía pedazos.

Sosteniendo el collar sobre sus dedos con urgencia,  juró que jamás volvería a perder los estribos, pero sobre todo, que Haoyu jamás abandonaría su corazón.

Se sostuvo del mayor, y dando paso a un futuro incierto del cual no deseaba formar parte, comenzó a caminar a la luz del amanecer.

Y mientras se alejaba de la mano del Dios Geo, los gritos más primitivos de un niño aterrado se estancaron para siempre en sus tímpanos.

Hear you me ೃ࿔* XiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora