Cartas al cielo.

70 12 15
                                    

Xiao.

Ⅰ. Tres días.

Tenía esperanza de que volvieras. Durante los últimos tres amaneceres he implorado hasta el cansancio que así sea. Que quizás tu padre al llegar supiera que hacer.

Pero como si leyera mis pensamientos, el señor Morax, después 42 horas caminando a mi lado finalmente dijo que no regresarías. Aunque yo ya lo sabía, porque desde que cerraste los ojos no volví a sentir tu presencia, y el hilo que nos unía dejó de retumbar en mis oídos. Permaneció estático unos segundos, sin cortarse, pero ya no estabas ahí. El hilo estaba unido al vacío.

Comprendí entonces que te había perdido, aún así no era capaz de sentir nada. Como si mi pecho estuviera sumergido en hielo, incapaz de salir a la superficie para respirar. Me muevo, respiro y actúo automáticamente. Tengo miedo de mi, sin embargo, ni siquiera el miedo me motiva a tener una razón para sobrevivir.



Ⅱ. Seis días.

Poseído aún por el fantasma de la vida que alguna vez tuve, permanecí en movimiento, únicamente siguiendo al arconte frente mío. Quien a pesar de haber intentado sacar conversaciones conmigo en algunas ocasiones, fue claro que no tenía la mínima intención de hablar.

Llegamos hace tres horas al hogar del Dios, una reserva de tamaño discreto, con uno que otro ser del bosque. Desconozco que tipo de criaturas sean, pero tenían facciones tanto humanas como de deidad animal. Quizás como yo. Recaí entonces en que tampoco se con exactitud qué soy. 

El hombre me dirigió dentro del templo de dos pisos, dándome una habitación en la segunda planta de este, aún atento a mi, a pesar de la distancia y descortesía que propuse.

En un instante tuve que dejar toda la existencia que conocía atrás; mi bosque, mi bandada, mi humanidad. A ti.

No se quien soy.








Ⅲ. Catorce días.

Mi cerebro no termina de comprenderlo. Como si el suceso fuera una obra grotesca y falsa de nuestra vida, pero cuando despierto en una cama, y no en un nido, entonces entiendo que todo es auténtico. Y con los ojos cansados a raíz del simple hecho de respirar, vuelvo a intentar conciliar el sueño, solo para despertar en la misma pesadilla días después.




Ⅳ. Veinte días.

Producto del llamado de mi más profunda naturaleza animal, finalmente salí de la habitación y me dirigí a la planta baja para alimentarme.
Tal como el señor Morax dijo, una cesta de semillas se encontraba ahí, fresca y únicamente para mi.

Tomé un puñado de estas en mano pretendiente a ser humana, y las dirigí a mi boca con necesidad. Seguí alimentándome cuando la presencia del arconte iluminó la habitación, me dirigió varias palabras, de las cuales solo destaqué que tenía grandes planes para mi, y que podría contar con él para cualquier asunto. Después de terminarme la canasta cual bestia descontrolada, el hombre palmeo mi cabeza con un gesto de cariño diferente al tuyo. Acción que no sabía que necesitaba, por lo que, una vez más y manejado únicamente por mis instintos primitivos, eché a correr escaleras arriba.

Y reitero con firmeza, correr, porque a pesar que intenté transformarme no pude hacerlo, quizás sea por el dolor de tu pérdida.

Hear you me ೃ࿔* XiaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora