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Aprovechando los últimos instantes antes del despegue del avión, Violeta tecleaba en su portátil, dándole los retoques finales a una presentación. En el asiento de al lado Miguel, su jefe, revisaba el móvil sonriente.

- Ya me ha pasado Jane la reserva para la comida del viernes. ¿Te puedes creer que han cerrado todo el local solo para nosotros? Les habrá costado un pastón.

- Eso es buena señal, ¿no? No reservarían ya si no tuvieran claro que van a firmar - comentó Violeta.

- Bueno, no nos confiemos - fue prudente Miguel-. No podemos cometer ningún error. Y mucho menos en lo no laboral, que ya sabes cómo son.

- Sí, paciencia inglesa hay que tener con ese par de intensos - resopló Violeta-. Qué pocas ganas de fingir que me encanta el té y de reírles todas las gracias. Pero hasta que no firmen, como si tengo que hincharme toda la semana a fish and chips.

La azafata les avisó de que iban a despegar y Violeta bajó la pantalla de su portátil para guardarlo en su maletín.

- Por cierto, ¿ya has cogido los vuelos para Chiara? No los he visto en los gastos - preguntó Miguel, haciendo que la chica se tensara al instante.

- ¿Qué vuelos? - se hizo la loca.

- Para el viernes, por lo menos. No sé cómo lo tendrá de horarios, sé que es una chica muy ocupada, pero para la comida y el cierre de contrato contamos con ella.

- Chiara no va a venir - sentenció la pelirroja, poniéndose las gafas de sol que antes reposaban sobre su cabeza.

- Tiene que venir - alzó una ceja Miguel, implacable-. ¿Tanto te cuesta traer a tu novia? Si el año pasado no hubo problema, se pasó aquí varios días mientras negociábamos. Y nos vino genial, al ser inglesa...

- Ya no es mi novia, ¿vale? - cortó Violeta-. Por eso no puede venir.

- ¿Habéis cortado? - se sorprendió su jefe-. ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Y por qué no me has dicho nada?

- Tú y yo nunca hablamos de nuestra vida privada - se encogió de hombros y Miguel negó con la cabeza.

- Violeta, Chiara tiene que venir. No sabes las ganas que tienen de verla Jane y Mark. En la llamada del otro día era prácticamente su monotema...

- Bueno, pues que se busquen otro tema. No creo que mi pareja tenga que influir en si firmamos una fusión de empresas o no la firmamos. Es nuestro trabajo el que hay que poner en valor - argumentó.

- Tienes razón - concedió Miguel-. No es tu pareja, es Chiara. Los Smith buscan una fusión más allá de lo estrictamente laboral. Buscan sentirse cómodos, comprendidos. Que seamos como una gran familia. Algo a largo plazo. Y esa es la sensación que tenemos que venderles esta semana. Y que tu novia sea inglesa, exitosísima laboralmente, majísima, educada...

- Miguel, no solo no estamos juntas, sino que me odia - dejó claro-. Y yo a ella. Así que habrá que buscar otras técnicas para convencerles de que somos una gran familia, me temo.

- ¿Por qué os odiáis? Seguro que no es para tanto - se interesó.

- Disculpa, pero prefiero no hablar de esto con mi jefe, como tú comprenderás.

- Yo, si fuera tú, aprovecharía este vuelo para pensar en cómo puedes conseguir que te haga el favor de venir a la comida del viernes - soltó con tono amenazante.

- ¿Y si no lo consigo? - alzó una ceja Violeta, subiéndose las gafas de sol para que la mirara bien.

- Si no lo consigues, nos quedaremos sin proyecto. Y sin proyecto, en mi empresa no darán los números. Y, ya sabes, sería una pena que después de todo el trabajo de seis años, tuviera que prescindir de tus servicios.

- No te creo - espetó Violeta, con indignación. Sin su compromiso incansable, la empresa de Miguel y de los Smith ni siquiera se habrían puesto en contacto. Y, por supuesto, estaría más que hundida.

- Es solo una situación hipotética - quitó hierro al asunto Miguel-. A nadie nos gustaría que eso pasase, ¿no? Estamos los dos de acuerdo que sería mucho mejor que todo salga rodado y el viernes estemos brindando con champán y celebrando un gran éxito para nuestras cuentas bancarias. Todo depende de ti. Y de tu novia, por supuesto.

Todo el vuelo, y el camino hacia el hotel de Londres donde se iban a hospedar toda la semana, Violeta se lo pasó dándole vueltas a la situación que le estaba tocando vivir.

Chiara y ella hacía exactamente ocho meses que habían terminado su relación abruptamente. Y con ello, cualquier tipo de contacto.

Le mandó un par de mensajes, tumbada en la cama de su habitación. Y rezó porque Chiara tuviera la decencia de abrir su chat y leerlos.

Al día siguiente, durante la primera reunión de la semana con los Smith, tuvo claro que su jefe tenía razón.

Violeta se empeñaba en dirigir toda la atención a los gráficos, cálculos y proyecciones de éxito a futuro que con esfuerzo había preparado.

En cambio, Jane y Mark, los dueños de la empresa inglesa que era su última esperanza, solo asentían con la cabeza a la sucesión de datos y rápido cambiaban de tema.

- ¿Y cómo está Chiara? No sabes las ganas que tenemos de verla. El otro día lo hablábamos, es tan importante para nosotros que hayamos conectado tan bien. No sólo por las empresas... - empezó Mark, en perfecto español, que le encantaba tener ocasión de practicar.

- Sí, porque Laura, era agradable, Miguel, pero con Chiara... Es distinto, you know - se refirió Jane a la ex-mujer de Miguel, a quien también habían conocido anteriormente-. ¿Cuándo dices que llega, Violeta?

- Mm, pues no sé todavía. La verdad es que tiene una semana muy ocupada. Está recibiendo a unos clientes de Australia, que están en Madrid y... No sé. Puede que finalmente no pueda venir - lo soltó-. Pero no pasa nada, ¿eh? Os manda recuerdos, y seguro que para la próxima...

- Tiene que venir - cortaron Mark y Jane a la vez.

- Claro, Violeta - apoyó Miguel-. Tiene que venir.

- Entiendo que para vosotros, Violeta, este proyecto es tan importante como para nosotros. Es algo histórico para nuestras compañías. ¿Acaso hay algo más relevante que tenga que atender Chiara que un vínculo así? Si ni siquiera es capaz de hacer ese esfuerzo... Ya no por nosotros, pero por acompañarte a ti... - comentó Mark, creando un silencio incómodo.

- Lo hará, Mark - aseguró Violeta, rindiéndose-. Seguro que podemos cuadrar agendas. Además, ella también tiene muchas ganas de veros.

- Perfecto - aplaudió Jane, satisfecha.

Violeta suspiró nada más salir de la sala de reuniones. Tenía que convencer a su ex, no había otra opción.

Un pequeño favor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora