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Después de una larga cena de celebración, que acabó con Miguel bastante pasado de alcohol, las chicas se encontraban ya en la cama. Habían bebido ligeramente y ninguna de las dos podía dormir, pese a llevar un rato con la luz apagada.

Violeta no dejaba de darle vueltas al hecho de que al día siguiente se separarían, volverían cada una a sus vidas, y todo eso habría sido un espejismo.

- Kiki - la llamó por su apodo, sin pensar.

- ¿Qué? - respondió la otra, también inconscientemente.

- ¿Cómo se llama? - quiso saber Violeta, todavía de espaldas a ella.

- ¿Quién? - preguntó Chiara, aunque sabía perfectamente a quién se refería-. Violeta, no es de tu incumbencia.

- ¿La conozco? - insistió.

- No. Y no preguntes. Vamos a dormir - quiso zanjar Chiara.

- Es que no lo entiendo - se indignó Violeta, incorporándose y encendiendo la luz de la mesita de noche.

- No hay nada que entender - se giró Chiara, para indicarle con la mirada que no quería hablar del tema con ella.

La inglesa llevaba todo el día haciendo balance de esas últimas 48 horas. Debatiéndose entre admitir que había algo entre las dos que era distinto a lo que podía sentir con cualquier otra persona, o limitarse a obviar todo lo que había pasado y prepararse para volver a su vida en apariencia feliz y sin sobresaltos.

Chiara concluyó que la mejor opción era cerrarle la puerta a la posibilidad de volver a sufrir. Tenía muy presente cómo era vivir con el corazón hecho pedazos y no quería volver a exponerse a eso. No podría soportar tanto dolor de nuevo.

Para mantenerse firme en su decisión, solo necesitaba que Violeta no sacara el tema. Pero la intención de la pelirroja era precisamente lo contrario.

- ¿Me puedes explicar por qué hace ocho meses el compromiso y los planes a largo plazo con tu novia de cuatro años te daban ansiedad y ahora, sólo meses después, te vas a casar con otra? - insistió Violeta. No podía irse de esa casa sin obtener esa respuesta.

- Violeta... - susurró Chiara, incorporándose también, inevitablemente afectada por la cara de dolor y frustración de la pelirroja.

- ¡No! Violeta, no - cortó, imitando su tono de voz-. ¡Dime por qué coño has dicho que sí a casarte ahora!

Chiara no dijo nada, sino que apartó la mirada. Violeta, por su parte, le cogió la cara para que no pudiera apartar sus ojos de los suyos, que suplicaban respuestas.

- No me hagas esto, por favor - pidió la inglesa, tratando por todos los medios de evitar lo inevitable.

- Si tan claro lo tienes todo, no hay excusa para que no me contestes. ¿Por qué, Chiara? - insistió Violeta.

- ¡Joder, Vio! ¡No lo sé! - alzó la voz Chiara, explotando-. No lo sé, ¿vale? I don't know why the fuck I said yes.

Chiara se alejó todo lo que aquella cama les permitía y Violeta supo por su tono de voz que necesitaba espacio.

- Yo no me puedo creer que tú me dejaras a mí porque querías ser libre y ahora te vayas a casar - siguió Violeta en su bucle.

- Yo no te dejé, ¿vale? - rectificó Chiara, volviendo a mirarla-. Nos dejamos de mutuo acuerdo. O de mutuo desacuerdo, mejor dicho.

- Pero sí que me dijiste que querías libertad, que tuviéramos la oportunidad de conocer a más gente, de probar cosas nuevas. ¿Eso era verdad?

- ¿Quieres la verdad? - alzó una ceja Chiara, Violeta solo asintió-. La verdad es que siempre pensé que en cualquier momento ibas a encontrar a alguien mejor que yo. Desde que empezamos, incluso antes de empezar. Todo el mundo me decía lo perfecta, lo maja, lo guapa, lo todo que tú eres. Te veía interactuando con la gente y cómo siempre eres encantadora, todo el mundo cae a tus pies al segundo. Y no les culpo, joder. Eres fucking Violeta, es obvio que todo el mundo quiere estar contigo. Y me elegiste durante cuatro años, los mejores de mi vida - suspiró-.  Y yo, la mayor parte del tiempo, estaba muy segura de nuestra relación, en una nube. Pero empezamos a discutir más, a ser más adultas, a planear cosas más serias. Y yo...

- ¿Tú qué? - quiso saber Violeta, que observaba afectada el discurso de la inglesa, a la que siempre le había costado horrores abrirse en canal.

- Yo era solo Kiki - la miró, con una sonrisa triste-. Más insegura, más indecisa, más... No sé. Tú te mereces lo mejor de este mundo. Alguien tan perfecto como tú. Y al final de nuestra relación, yo estaba segura de que ese alguien no podía ser yo.

- ¿Sabes qué? - llamó su atención Violeta, buscando sus ojos, entre la rabia y la sensibilidad que el momento le provocaba-. Yo pensaba exactamente lo mismo. Que yo no era suficiente para alguien tan especial como tú. Por eso, alimenté nuestras discusiones inconscientemente y dejé que lo nuestro se fuera a la mierda. Porque sentía que te merecías a alguien mejor. Que yo ya era suficientemente afortunada por haber pasado cuatro años de mi vida contigo.

Chiara negó con la cabeza ante esa confesión.

- Kiki, si yo pudiera retroceder en el tiempo a hace ocho meses, nunca dejaría que te fueras - siguió Violeta, emocionada-. Nunca te hablaría como te hablé. Fue el mayor error de mi vida. Porque yo no soy así. Nunca te haría daño.

- Pero me lo hiciste - la culpó Chiara, pero rápidamente admitió su parte-. Las dos la cagamos.

- Lo sé. Y por eso no te busqué más. Y no te creas que no he intentado olvidarte, ¿eh? Hice todo lo que se supone que hay que hacer para pasar página. Pero, ¡sorpresa! Me ha sido imposible encontrar a una persona que sea tan perfecta para mí como lo eres tú. ¡Ni siquiera se han acercado lo más mínimo, joder!

- Yo tampoco - admitió Chiara. Violeta rio con ironía.

- Ese anillo de compromiso en tu mano grita lo contrario. No hace falta que me mientas. Perdí mi oportunidad, lo asumo. Ya está. Te dejo que seas feliz - se conformó Violeta.

- ¿Me ves feliz? - la miró Chiara a los ojos fijamente, mientras daba vueltas al dichoso anillo con los dedos-. Mírame. Me conoces perfectamente.

- Sigo sin entenderlo, Chiara.

- Cuando lo dejamos, yo me quedé en la mierda. Destrozada, perdida y con miedo a sufrir de nuevo. Muchísimo miedo.

Violeta la miró con culpa de nuevo. Chiara siguió su discurso tratando de evitar sus ojos en esa parte.

- La conocí al mes de cortar contigo. Yo estaba perdida y ella me escuchaba. Es una chica muy divertida. Todo parece fácil con ella. Lo pasamos bien. Hacemos muchos planes... No sé. No hay presión de hacerlo bien. No hay... - trató de explicarse-. No tengo miedo a perderla. Y eso era lo que yo creía que necesitaba para mi vida. Hace unas semanas me propuso casarnos en la playa, hacer una fiesta, algo informal. Y dije que sí.

- ¿Una boda en la playa? - puso Violeta los ojos en blanco-. ¿Te puedo preguntar cómo te lo pidió?

- En una cena - confesó la inglesa en un susurro, bajando la mirada.

- ¿Y tú dijiste que sí? No te pega - usó su mismo argumento.

- Ya lo sé que no me pega - admitió, con un poco de rabia-. Por protegerme, he intentado alejarme de mi esencia al máximo. Podría haberle dicho que no, que no estaba preparada para casarme, que no sentía por ella lo que debería sentir. Pero, en cambio, sonreí como una idiota y dije que sí.

- Ay, Kiki... - suspiró Violeta.

- Por eso he evitado darte explicaciones hasta ahora - siguió Chiara-. Porque, honestly, no las tengo. Siento que voy sin rumbo desde que no estoy contigo. Que todo me da igual, que solo busco no sufrir. Me he olvidado de lo que era sentir intensamente, de las mariposas en el estómago... Hasta que has vuelto a mi vida para ponerlo todo del revés en dos días.

- Lo siento - se disculpó Violeta, sin siquiera saber por qué.

- No lo sientas. Creo que soy yo la que me he equivocado en mis decisiones últimamente.

Chiara atrapó su mano entre las suyas. Violeta las recorrió y tuvo que bajar la mirada para asegurarse de que su tacto no le engañaba.

Se había quitado el anillo.

Un pequeño favor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora