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- ¡Un brindis! - propuso Mark, alzando su copa.

- ¡Por nuestra fusión! - anunció Miguel, sonriente.

- ¡Por la boda de las chicas! - contradijo Jane.

Todos brindaron y fue evidente que, excepto ellas, toda la mesa esperaba un beso de las dos protagonistas.

Al fin y al cabo, sus interacciones físicas habían sido las mínimas posibles. Todo lo contrario a lo esperado para una pareja recién comprometida.

Violeta se acercó a Chiara dispuesta a darle un breve pico, pero fue la inglesa la que dejó la copa en la mesa para agarrarle la cara con ambas manos.

Y la besó, tomando su labio inferior entre los suyos y quedándose ahí unos cuantos segundos. Parecía que ninguna de las dos quisiera ser la que interrumpiera el contacto.

Violeta, que instintivamente había cerrado los ojos, se quedó impactada cuando los volvió a abrir. Había olvidado lo especial que era tener esa mirada verdosa tan cerca. Y más justo después de un beso.

Chiara también se quedó paralizada. Había sido un simple beso, pero para ella se había sentido como volver a casa por un momento. Volver a lo que un beso sentido de verdad suponía. Con su cosquilleo en los labios y su nudo en el estómago. Esa sensación que, por más que no lo quisiera reconocer, hacía ocho meses que no había vuelto a sentir. No tan intensamente.

Los aplausos a su alrededor rompieron la magia.

De vuelta en la habitación, ya a salvo del escrutinio de los Smith y de tener que fingir, Chiara rebuscaba entre la ropa de la pelirroja.

- Tienes suerte, he traído dos pijamas - sacó Violeta uno, tendiéndoselo a la otra.

- Como siempre - recordó Chiara en voz alta.

En sus cuatro años de relación, no había viaje en el que Violeta no se llevara dos pijamas, a sabiendas de que su entonces novia no era precisamente la más organizada y siempre se lo dejaba en casa.

A la inglesa siempre le había parecido muy tierno que lo hiciera. Y le sorprendía que la pelirroja no hubiera dejado ir esa costumbre. Como si supiera que en cualquier momento la otra iba a volver a su vida.

- Voy al baño a cambiarme - informó Chiara.

- Todo tuyo - concedió Violeta, que iba a hacer lo propio en la habitación.

Ya con el pijama puesto, el silencio incómodo reinaba en la habitación. Ambas estaban metidas en la cama y absortas en sus teléfonos.

Violeta no podía parar de darle vueltas a los momentos de cercanía que habían compartido durante la cena. A su mirada cuando ella había finalizado el relato de su compromiso ficticio. Sumado al hecho de verla con su ropa de nuevo, tras tantos meses, le removía sentimientos que no deberían estar ahí.

La inglesa, por su parte, prefería no reflexionar respecto a lo sucedido. Ocupar su mente en otras cosas menos espinosas.

Chiara rio al leer un mensaje y Violeta reaccionó a eso apagando la luz de su mesita de noche bruscamente.

- Fuck, Violeta. ¿Qué haces? - le reprendió.

- Ya es muy tarde. No son horas de hablar con nadie. Vamos a dormir.

Si Violeta pensaba que estaba hablando con su novia, se equivocaba. La inglesa simplemente reía por un meme que le había pasado su hermana. Pero no se lo pensaba decir. La pelirroja no tenía ningún derecho a meterse en su vida.

- ¿Quién eres, mi madre, ahora? No sé qué te molesta - protestó Chiara, acomodándose las gafas antes de mirarla.

Violeta tenía una larga lista de cosas que le molestaban en ese momento. E intentó por todos los medios morderse la lengua. No echar más leña al fuego en la situación altamente inflamable en la que estaban.

Un pequeño favor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora