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Dos tonos, tres tonos, cuatro tonos. Nada. Violeta resopló. Ni siquiera el aire fresco de la azotea del hotel en un más que londinense día gris conseguía rebajar el fuego interno y los nervios que llevaba encima.

Volvió a probar. Uno, dos, tres, cuatro, cinco tonos.

- ¡Por fin! - exclamó Violeta, al ver que la otra había descolgado la llamada, tras tanta insistencia por su parte.

- ¿Qué quieres, Violeta? - espetó Chiara, al otro lado de la línea, sin ni siquiera saludar.

- ¿No has visto mis mensajes? ¿Mis mil llamadas? ¡Podría estarme muriendo y tú sin puto contestarme! - reprochó la pelirroja.

- ¿Te estás muriendo, acaso?

- No, Chiara. No me estoy muriendo - espetó Violeta, y se llevó los dedos al puente de la nariz.

Conseguir cualquier favor por parte de aquella inglesa iba a ser complicado.

- Entonces, ¿para qué me llamas? No quiero saber nada de ti, más que recibir tu transferencia cada final de mes - indicó Chiara, con total frialdad.

- Justo de eso quería hablarte - aprovechó Violeta el único punto en común que todavía les quedaba.

- Ya te aviso que si estás pensando en dejar de pagar lo que me debes, lo llevas claro - se adelantó Chiara-. No sé en qué momento decidí dejarte todo ese dinero...

- En un momento en el que creías en mis proyectos - dijo Violeta, casi sin pensar.

- Sí, no entiendo cómo pudo pasar. Estaría demasiado enamorada - justificó.

- Pues mira, déjame decirte que gracias a la inversión que pude hacer con el dinero que me dejaste, estamos a una semana de conseguir la fusión con los Smith. No solo vamos a salvar la empresa, sino que vamos a multiplicar por diez los beneficios.

Violeta sintió orgullo de poder informarle de todos los logros que, cuando estaban juntas, tanto habían proyectado. Y, dijera lo que dijera ahora, Chiara había sido la primera en confiar.

- Genial, enhorabuena. Si eso significa que vas a poder devolverme la pasta, que espero que sí, me alegro - comentó sin emoción alguna la inglesa, y se impacientó-. ¿Para eso me llamabas?

- No. Necesito un pequeño favor.

- ¿Un favor? - se extrañó.

- La cosa es que los Smith nos han puesto una condición para cerrar el trato como una gran familia - enfatizó esto último.

- ¿Cuál? ¿Qué pinto yo en todo esto, Violeta? - insistió Chiara.

- Quieren que vengas a la comida que celebraremos el viernes y que, tras la cual, si todo sale bien, firmaremos el maldito contrato - soltó, y cerró los ojos a la espera de la reacción de la otra.

- ¿Me estás pidiendo que yo vaya a Londres a comer contigo, tu jefe y esos guiris?

- Técnicamente, tú también eres una guiri - apuntó Violeta.

- No creo que estés en situación de vacilarme - le riñó.

- La verdad es que no - aceptó la pelirroja, con la boca pequeña.

- No voy a ir, ¿vale? No sé ni cómo te lo has planteado. ¿No crees que es mejor decirles que hace meses que lo dejamos?

- Ya les he dicho que vienes. Créeme que no me ha quedado otra opción - se intentó defender.

- Pues yo creo que sí había otra opción, Violeta - contestó convencida-. Aunque me joda admitirlo, eres una buenísima profesional. No me necesitas para esto.

Un pequeño favor | KiviDonde viven las historias. Descúbrelo ahora