II

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Mientras iba corriendo esas dos cuadras, que se hicieron eternas, comenzaba a sentir las gotas de la lluvia matutina de los días de invierno. Esas lluvias tan esperadas por muchas personas, ente ellas yo.

Iba corriendondome los pelos rebeldes que se interpongan en mí cara, cuando en la entrada de la escuela casi pego un resbalón, que gracias a todos los dioses no paso y disimule de la mejor manera posible.
Una vez adentro tenía que ir corriendo dos pisos para llegar al aula, y esperar que no todos estén enojados. A este momento ya ni me fijaba de la hora, iba tarde, eso estaba seguro. Si miraba la hora, mí persona puntual interior, se mataría.
Mientras corría, los nervios me jugaron una mala pasada. Desde primer año compartí con mis compañeros y nunca, jamás me había sentido tan nerviosa como ahora, les había fallado.
Cuando ese pensamiento paso de largo por mí cabeza, ya estaba frente la puerta empujandola y entrando al aula.
Las miradas de todos, automáticamente, pasaron de la profesora, a mí. Yo entre pidiendo perdón, con el poco aliento que tenía, la cara colorada, por correr tanto, y los rizos un poco desparramados por mí cara, y hombros.
Ahora el plan había cambiado drásticamente, ya que no había nada preparado, porque las hojas estaban en mí mochila. Pero por suerte el grupo de WhatsApp está más activo que nunca que poder hacer un plan b enseguida.
Y lo habían armado mientras yo perdía un pulmón en dirección a la escuela.
Así que apenas me senté y saque las hojas, disimuladamente nos la repartimos entre los 35 presentes, y en cuestión de dos minutos estábamos todos cantando el Feliz cumpleaños a nuestra tan adorada, profesora de cultura.

Diez minutos después de la interpretación jarana del feliz cumpleaños, tocó el timbre. Ahí caí con que eran las 9.40am.

- boluda!! Estás bien? Que carajos te paso? - se acercó Tatiana, mi amiga y compañera de banco - ya me estaba asustado.

- perdón, me había olvidado- le decía mientras buscaba el libro de francés en la mochila - y como no tengo impresora, tuve que ir al frente y me demore una eternidad.

- tampoco eran tantas copias boluda - me decía mientras cruzabamos la puerta del aula - igual, nunca mandar un mensaje hija de puta, casi me infarto aquí - me dió un golpe en el brazo para luego entrar a la cantina.

La verdad que un mensaje hubiera cambiado las cosas, pero no, ni lo había pensado.

Todo culpa del vago ese. Dios mio
que hombre, que lindo que es, ojalá me lo encuentre de nuevo

- hiciste la tarea del miércoles? - mí amiga ya estás al lado mío - me la podes pasar? - odiaba cuando me pedían la tarea, pero bueno, es mí amiga.

que habrá querido decir con "me lo devolverlas"

- mel

- Sisi perdón, ya te la paso

🩷

El patio del interior de la escuela, estaba inundado por dónde mires. Y la lluvia no dejaba que el agua drene por los resumideros. Por lo que estábamos todos amontonados en los pasillos, que si bien mí escuela era grande, había muchos alumnos.
Eran ya casi las doce del mediodía y la lluvia no cesaba. Ese clima fresco con lluvia, levantaba un olor a pasto mojado, que hacía que mí mente piense automáticamente, en la casa de mí abuela.

Ese mismo fresco, se prestaba para estar en cama viendo una película, y comiendo algún alfajor bajo las colchas. Y precisamente, ese era el plan que llevaría a cabo apenas ponga un pie en mí pieza.

Pero antes de ese momento que de reproducía en mí cabeza, estaba la hora de matemáticas, que la pasaría muy penosamente.

°

Para ser sincera, no preste atención a absolutamente nada. Seguro iba a terminar pagando un profesor como hago todos los años. Está vez mí mente no estaba concentrada, no porque era aburrido, no. Más bien era porque había una persona, con la que interactue por diez minutos, y ocupaba lugar ahora en mis pensamientos.
Su forma de pararse, recto y mostrarndo ese parar varonil. Su risa, que sonoramente era contagiosa. Y esa actitud de canchero, que odiaba, pero en el, era distinto.

Imprudencia (Santiago caputo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora