Una carretera se alzaba frente a sus orbes marrones, el cielo azulado siendo adornado con algunas nubes esponjosas que cubrían la luz solar de momento. Su mano izquierda se mantenía sobre el volante, mientras, otra estaba ocupada siendo entrelazada por unos dedos externos. Había música, At my worst de Pink Sweat$ sonaba en el parlante del vehículo, llenando cada extensión con la melodía de la canción. Escuchó a su acompañante tararear la letra de tal canción, su dedo pulgar acariciándole la palma tan suave que le llenaba el corazón de nada más que pura calidez.
La carretera pareció alargarse aún más, tanto que creyó su destino nunca llegaría. Observó a su lado, dándose cuenta que aquel acompañante también lo miraba. Sus iris marrones le devolvían una mirada llena de cariño, una sonrisa dulce encargándose de acelerarle el corazón. La cabellera rosa resaltaba en medio de tanta luz del día, se movía a la par del aire veraniego, dándole un aspecto aún más tierno del que ya tenía.
Sentía tranquilidad al estar ahí, porque su corazón le decía que ese era su lugar. Sin embargo, la que se halló buscando respuestas fue su cabeza. Cuestionando de repente si eso era real.
— Deja de mirarme, Jojo. Perderás el control del volante —resitó ese bonito chico, llevándose la mano libre a la boca para ocultar su sonrisa. Su gesto le resultó tan tierno que sus labios se extendieron formando una sonrisa también.
Volvió a mirar su camino, dándose cuenta entonces que su viaje pareció haberse repetido, desde el principio. Los mismos árboles, las mismas vistas. Todo estaba repetido. Como si aquello fuera un viaje sin fin, uno que funcionaba en bucle, como los videojuegos. Le extrañó tanto que debió volver a mirar al chico de llamativa cabellera rosa, encontrandoselo mirando hacia la ventana aún con una sonrisita impregnada en su rostro. Él se veía tan precioso de tal manera, que no fue capaz de musitar ni una palabra. Solo centró su atención de nuevo a la ruta frente a sus ojos, fingiendo no haber notado nada fuera de lugar.
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Una destellante luz cerca de su rostro lo despertó de golpe, se sentó en el cómodo colchón ni bien sus párpados se abrieron. Debió darle un vistazo a cada rincón de su habitación para poder asegurarse de que se trataba de la realidad y no de un sueño tan realista como el que acababa de tener.
— ¿Desde cuándo hablas en las noches? —un Yuma de cejas fruncidas le recriminó, apuntandole de cerca la linterna de su celular.
— Apaga eso —se quejó, alzando su brazo para intentar quitarlo. Yuma le golpeó la mano.
— Entonces deja de hablar, idiota.
Yuma apagó su linterna, negando con la cabeza mientras volvía a caminar a su cama.
— ¿Y quién mierda es Taki?
¿Taki? No conocía a nadie llamado de esa forma, ¿tal vez lo escuchó de sus padres? Jo se volvió a acomodar en la cama, ignorando aquella pregunta de su mejor amigo. Sintió su estómago revuelto luego de aquella conversación.
No volvió a dormir en toda la noche.