⏳ . . . dos

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Había un mantel verde sobre la mesa, varios platos con comida estaban puestos encima de el, pero su mano había ido a parar directo a la olla con arroz blanco, llenando su plato al tope.

— ¡Oye! ¡Te comerás todo el arroz!

Sus orbes fueron a parar a esos marrones viéndole con fingida molestia, la sonrisita divertida danzando en los labios rosados que se presentaban en frente suyo, el corazón le latió fuerte en ese momento. Aquel chico de cabello rosado lucía precioso con ese buzo gris que le quedaba enorme, además, lo hacía lucir más adorable.

— No dejarás espacio en tu estómago para el chocolate —le dijo, encargándose de servir comida en su propio plato.

— Puedo comer mucho arroz y mucho chocolate al mismo tiempo, Tari —respondió, observando como esa sonrisa con hoyuelos finalmente aparecía. Otra vez, su corazón se aceleró.

Se mantuvieron en silencio después, uno cómodo, ambos disfrutando de la comida y la compañía del otro. Pero pronto Jo comenzó a sentirse extraño, porque sabía que no era real, ni la comida, ni el mantel verde, ni el chico rosa que desconocía.

Tari, se repitió en su cabeza, no queriendo olvidar su nombre. No tenía idea de cómo lo sabía, si ni siquiera reconocía en su totalidad al chico que le sonreía con tanta dulzura. Porque cuando todo eso comenzaba, Jo parecía conocerle, pero entonces se daba cuenta de que no lo hacía.

— ¿Vemos una película, Jojo?

Ahora el tiempo pareció haber volado. Un parpadeo bastó para que los platos de comida estuvieran ya vacíos, limpios y guardados en su respectivo lugar.

— Sí —se escuchó responder, sintiendo una sonrisa en su rostro.

¿Estaba feliz?



Una picazón en su mejilla le devolvió al mundo real, Yuma le miraba con aquel ceño fruncido que le resultaba familiar ya. Notó al chófer del taxi viéndole por el espejo retrovisor, seguramente preguntándose qué rayos estaba mal con él.

Jo deseaba saberlo también.

Yuma le obligó a salir de casa tras una semana de sueños recurrentes donde hablaba dormido y mencionaba siempre el mismo nombre. Según su mejor amigo, era "Taki", sin embargo, habiéndose escuchado a sí mismo en su sueño, Jo ahora comenzaba a creer que Yuma estuvo equivocado todo el tiempo con el nombre. Era Tari a quien mencionaba estando dormido.

Ya habiendo bajado del taxi, Yuma le tomó el brazo como si se fuera a escapar y lo arrastró hasta el frente de un enorme edificio. Leyó las palabras en aquel gigantesco cartel un tanto confundido, “hospital psiquiátrico”. Volvió su vista a su amigo, éste se encogió de hombros asegurándole que había una psicóloga muy buena ahí que podría ayudarle. Jo solo se dejó arrastrar una vez más.

— Dime, Jo. ¿Alguna vez has tenido un sueño lúcido?

Tal pregunta lo dejó absorto en un infinito de dudas, el aparato encargado de responderla negándose a darle las palabras indicadas para dedicarselas a la mujer que le esperaba expectante y paciente.

— ¿Sabes lo que son?

Negó con la cabeza, sin darle una respuesta auditiva.

— Los sueños lúcidos son aquellos en los que nos encontramos conscientes de ello, es decir, tú sabes que estás soñando. Según lo que estás contándome, eres consciente de lo que pasa en tus sueños, ¿verdad?

— Sí —confirmó—. Pero he soñado con la misma persona todas estas veces, ¿por qué es así?

La mujer no respondió, ella anotó algo en su libreta y le dijo que su sesión había terminado ese día, pero que le esperaba la otra semana.

TIMELESS.  jotakiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora