Roier era un melómano.
Su vida se resumía en la forma en que acomodaba sus listas de reproducción estratégicamente para poder llenar de música su día a día.
Usualmente pasaba mucho tiempo de introspección y evaluación semanal, pronosticando el poder de sus emociones para saber de qué manera podía hacer rendir sus días y motivarse con cada canción elegida.
No era desconocido por sus amigos que estaba obsesionado con tener una canción específica que resumiera su estado de ánimo, y casi siempre relacionaba sus experiencias personales con una melodía nueva, haciéndolo parecer una rocola andante que tenía siempre una frase o referencia musical a cada paso que daba.
Tenía canciones personales para sus amigos y familiares, para sus mascotas muertas o para sus ex más odiados. Todo lo que vivía lo resumía en canciones, de todos los géneros que se permitía escuchar. Y odiaba profundamente a la gente pretenciosa que te hacía menos por gustar, o no, de algún género específico.
Solía hacer muchos amigos que lo buscaban cuando deseaban dedicarles una canción a sus personas especiales, y era la sensación en las fiestas por ser el DJ que les escogía las mejores piezas para bailar y disfrutar.
Era un apasionado, y si un día le dieran la oportunidad de ser un hombre importante en la industria musical, definitivamente renunciaría a todo por seguirlo.
Por el momento debía conformarse con ser un estudiante de diseño que daba todo de sí para sobresalir, manteniendo sus becas o haciendo tareas extras para evitar perder las materias. No era un mal estudiante, pero a veces lo consideraban un hombre disperso porque pensaba siempre con la música, tachándolo de irresponsable por su "inmadurez" de no poder ser un adulto funcional que realizaba sus actividades sin pensar.
Él odiaba esas referencias, porque el sólo hecho de pensar en tener una vida asquerosamente aburrida haría que se volara los sesos a la primera oportunidad. No entendía cómo podían ser tan estúpidos al creer que su desempeño podría verse comprometido por una rabieta tan infantil como "no poder trabajar sin música."
Aunque sus amigos lo aceptaban totalmente y lo defendían cuando era necesario para evitar problemas innecesarios con sus profesores. Roier era para ellos un defensor nato y solía intervenir también en las discusiones sin sentido que a veces los aquejaban. Realmente lo querían muchísimo y estaban para él en toda situación.
Por eso intentaron animarlo ahora que había salido con una nota muy baja en una de las materias más complicadas, le compraron comida, sus dulces favoritos y lo hicieron reír, pero él seguía con esa chispa triste que los hacía mirarlos con tristeza.
Roier siempre solía ser enérgico, pero cuando su parte triste lo dominaba era preferible dejarlo solo para recuperarse en la comodidad de su cama y con sus auriculares puestos.
Se adelantó de sus amigos para poder llegar a casa lo más pronto posible y tumbarse en su cobertor sin responderle a nadie. Era viernes, así que bien podía acostarse y no responder hasta el domingo por la noche. Honestamente no le importaba mucho lo que pasara con su vida hasta ese momento.
Avanzó arrastrando los pies por todo el departamento y no se detuvo hasta que se acostó, recordando que no había escuchado música en todo el camino de regreso. Se sentó de golpe, tocándose el pecho mientras pensaba cómo es que algo tan vital para él lo había abandonado y él ni siquiera lo percibió.
Volvió a su posición mientras se buscaba entre los bolsillos los audífonos inalámbricos que siempre llevaba consigo. Palpó hasta encontrarlos y se los puso, esperando para escuchar el tonito que le indicaba que ya estaban conectados a su teléfono.
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Melómano. / Guapoduo.
FanfictionLa música une los corazones. ¿Por qué no podría unir los nuestros?