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"Hola, Ro.

La situación no ha sido la mejor. Me encantaría decir que estoy bien, me encantaría decir que puedo resistir más, pero no puedo.

No quiero rendirme y simplemente dejarme morir, no quiero que el dolor y la enfermedad me quiten el espíritu que tú tanto me has dado, no quiero que te decepciones de mí y pienses que soy un cobarde.

Sé que lo he sido, pero te juro que estoy intentando salir adelante. Convencerme de que cuando pueda volver te voy a ver y toda la vida empezará a sonar mejor.

Tenerte a ti, y a la música me hace creer que el futuro sí puede ser mejor.

Lo único que deseo es salir de este infierno y encargarme de mi felicidad.

Me haces falta."



"¿Sabías que mis flores favoritas son los crisantemos?

Ni siquiera tiene sentido, te lo juro.

Un día, en mi infancia, corrí lejos de todo lo que me atormentaba. Convencido de que si corría lo suficiente posiblemente encontraría bondad lejos de esas cercas.

Es curioso, parece que cuando llegas a la frontera estás solo en el medio de un lugar sin esperanza. Estuve solo, y cansado, con los pies masacrados de tanto correr descalzo.

El corazón bombeaba furioso, mis oídos permanecían tapados por la presión en mi cabeza y mis ojos se mantenían cristalizados porque pensé que detrás de esa valla vería el inicio de una nueva civilización, de la libertad, o al menos alguien que me quisiera.

Me tumbé boca arriba con el alma adolorida, me arrullé con el viento y caí dormido, terriblemente exhausto.

Cuando desperté pude ver los primeros rayos saliendo de las montañas lejanas, un aroma delicioso inundó mis fosas y pude enderezarme para seguirlo. Me encontré con cientos de flores coloridas a mi alrededor.

Blanco, lila, amarillo.

Recuerdo los pequeños petalitos en cada una, me acerqué a arrancar una de color blanco y la olí lentamente. La esperanza llegó a mis pulmones, haciendo que quisiera volver a casa a los brazos de mamá.

Me empeciné en caminar de vuelta, librando piedras filosas y apretando la palma donde descansaba el maltratado tallo. Avancé decidido y reconocí mi hogar, adelantándome algunos pasos con saltos largos.

Abrí la puerta trasera y me adentré en la pequeña sala para encontrar a mi madre. Apenas me miró avanzó directo a mí, para abrazarme.

Cuando estuvo frente mío le dije que me gustaban esas flores, que eran bonitas como ella, y le pregunté el nombre.

Una sonora bofetada me hizo voltear el rostro casi como un búho, manteniéndome en mi lugar, aunque bien pudo tirarme por la fuerza.

"Ponte a trabajar, bueno para nada, todo sería mejor si fueras un hombre y dejaras de recoger malditos crisantemos."

Las ligeras lágrimas descendieron de mi amoratada mejilla hinchada. Ella giró y avanzó de vuelta a la cocina mientras hablaba entre dientes sobre que no teníamos nada qué comer, y sería mi culpa si no lograba encontrar algo que nos ayudara pronto.

Sonreí frente a la dificultad y temblé un poco en mi lugar, sintiendo el fino hilo de orina descender sobre mi pierna izquierda por el miedo a saber lo que mi padre podría hacerme una vez llegara a casa.

Melómano. / Guapoduo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora