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Sus amigos lo habían encontrado muy extraño los últimos días. Algunos meses, si es que hacían memoria, y creían haberlo visto perder un poco el brillo, descuidaba más su forma de vestir y optaba por sudaderas largas y pantalones cómodos.

Tampoco se maquillaba como antes y siempre parecía pensativo a cada paso que daba, estaban seguros de que algo le estaba pasando, y como vivía solo pensaban en lo peor. Esperaban equivocarse y que su amigo no estuviera pasando por un mal periodo, así que lo confrontaron cuando lo encontraron yendo solo a la cafetería.

–A ver, cabrón. —empezó el chico de gorra azul. –¿Nos vas a decir lo que te pasa o qué, pendejo?

–No seas tan grosero, patito. —masculló Missa, sobre su mejilla. –Sólo queremos saber si todo está bien contigo.

Roier separó la mirada de su móvil y los observó con atención antes de fruncir el ceño y continuar con lo suyo.

–No entiendo por qué lo dicen. —se mantuvo concentrado en buscar una nueva canción para Cell.

–Pues tan sólo mírate wey. —siguió el chico azabache. –Ya ni siquiera te pareces a Roier.

–Cierto... creo que sabemos cuando algo te pasa si es que estás así. —lo acompañó el otro.

–¿Así? —los miró. –¿Así cómo?

–Todo desalineado, sin delineado y con pinta de no haber dormido nada. Parece que algo malo te está pasando.

–¿Tú crees? —miró al de gorro. –Yo me siento muy bien, en serio.

–Amigo, has estado muy callado, ¿de verdad nos vas a venir a decir eso? —murmuró Missa.

–Estoy bien, y no tiene nada de malo estar callado. ¿Sí? —espetó. –Además, puedo entenderlos sin necesidad de hablar.

Ambos chicos se miraron mutuamente y sus rostros preocupados se acompañaron mientras lo veían perderse en su móvil otra vez, sin ganas de mantener una conversación más larga con ellos. Cosa que jamás había ocurrido, y era lo que los mantenía preocupados por la extraña forma de ser del chico.

–¿S-seguro? —susurró Missa.

Roier se mantuvo mordiendo sus labios mientras se perdía en sus pensamientos.

–¿Cómo le dices a alguien, a quien no puedes hablarle, que quieres conocerlo más?

Los chicos mantuvieron la mirada antes de girar a la par para verlo con atención.

–¿Te refieres a alguien que no escucha? —inició Quacks. –¿Sordo?

–N-no... —negó. –No puede verme.

–¿Ciego y sordo? —siguió Missa.

–¡No! —gritó. –No puedo verlo, o escucharlo tampoco, no tengo sus redes, o algo sobre esa persona.

Retomaron sus miradas preocupadas y después de un rato Missa pudo pronunciarse, con temor en su voz.

–Roier... —empezó. –¿Intentas comunicarte con un fantasma?

–¿¡Un muerto!? —lo siguió Quacks.

–Qué mamadas dices, tú. —lo regañó. –Por supuesto que no, y parece que ustedes no lo entenderían, mejor olvídenlo.

Roier se levantó, llevando su mochila colgando de un hombro, y salió lo más rápido que pudo del lugar.

"Son unos pendejos." Pensó. "Ni siquiera pueden entenderlo."

Melómano. / Guapoduo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora