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Holi, sigo viva.

Casi me muero y bueno sigo enferma pero ya mejor, así que esperemos que ustedes estén bien, con suerte este capitulo no los destrozara, aunque no prometo nada. 

Espero les guste y que nos veamos muy pronto. 

Bye, besos.


 ¿T/N? ¿Estás en casa?

— Por acá.

— ¿Por qué esta Haru llorando?

— ¿Y yo que sé?

— ¿Al menos la checaste? ¿Hace cuánto qué...? —se detuvo en medio de la sala al verme— por dios, ¿de nuevo?

— No seas dramático.

— ¡No lo soy! Perdona, pero, recuerda lo que dijo el doctor, nada de alcohol en la lactancia.

— Solo es una maldita copa, sabes qué, olvídalo. Solo has que se calle, me iré a dormir.

— No puedes solo, oye, ¡t/n!

Ignoré sus llamados y me dirigí al lado contrario de donde salían esos insufribles sonidos. ¿En qué momento todo se volvió tan jodidamente irritante? El llanto, los gritos, las peleas y...todo. ¿Él cree que es fácil? ¿O qué yo quería todo esto? Llevo semanas sin poder dormir bien, me duele el cuerpo, me veo horrible y todavía debo cuidar de esa.

¿Qué hice para merecer esto?

Yo solo quiero dormir y perderme en el mundo de los sueños por tres o cinco días, quizá más que eso. Quizá hasta que esa cosa desaparezca de mi vida o al menos hasta que encuentre una solución. Quizá la solución está en volver a tomar un frasco de pastillas, quizá esta vez sí lo logre o por lo menos volveré a tener los cuidados y atenciones que Todoroki me daba, sí, quizá eso ayude.

— T/N, —escuche el llamado al otro lado de la puerta, al igual que el insoportable llanto de esa cosa— Haruko necesita leche ¿crees que puedas...?

— ¡Solo cómprale leche en polvo! ¿Por qué debo ser yo la que la alimente? ¡No quiero! —grité abriendo la puerta— ¡Y te dije que se callara, quiero dormir!

— ¡T/N! ¡Es tu hija! ¡Debes hacerte cargo de ella!

— ¡¿Y por qué?! ¡Yo ni siquiera quería un hijo!

— ¡¿Por qué eres así?! ¡Yo también estoy cansado! ¡Trabajo todo el día y llegando hago todas las tareas de la casa, te ayudo con Haru y cuido de ti!

— ¡Nadie te pidió hacerlo!

Gritos, peleas, llanto. ¿En qué momento mi vida se comenzó a resumir con esas simples tres palabras? Todos los días eran igual, pelas por idioteces, gritos y el llanto sin fin de una pobre niña que quedo envuelta en todo eso. Siempre igual, pero ese día no, ese día tenía que ser diferente.

— ¡¿Es que acaso no quieres a tu hija?!

— ¡No, no la quiero! —mentiras— ¡Solo quiero que se calle!

Un grito más fuerte de lo común, uno capaz de asustar a la pequeña y si es que era posible alimentar aún más su llanto. Una acción diferente a la rutina. Una decisión mal tomada. Y un par de idiotas incapaces de impedirlo.

— Aun recuerdo al ataque de ira que se apodero de mí en ese momento, no estaba estable, pero eso no me justifica. Entre al cuarto de mi niña y con la ira al tope y mi quirk fuera de control desee con todas mis fuerzas hacerla callar. No importaba de qué manera.

Antes del atardecerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora