cap 3: Fracaso

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Katsuki regresaba de sus deberes como Cupido, una tarea que había desempeñado noche tras noche, día tras día, durante años. Reconocía que el trabajo no era tan sencillo como había imaginado en un principio. Flechar a los humanos no era simplemente apuntar y disparar; muchos de ellos llevaban consigo cicatrices emocionales de relaciones anteriores, lo que generaba miedo al compromiso y dificultaba la efectividad de sus flechas.

No solo se enfrentaba a personas con corazones rotos, sino también a demonios que se aprovechaban de los humanos, causándoles aún más daño. A lo largo de sus muchos años de experiencia, había conocido a innumerables personas en situaciones difíciles, lo cual le provocaba una profunda tristeza.

En ocasiones, estos encuentros traían a su mente vagos recuerdos de su antigua vida, recuerdos que prefería olvidar y enterrar en lo más profundo de su ser. A pesar del agotamiento físico y mental que sentía al final de cada jornada, también había momentos gratificantes: besos robados, confesiones de amor, noches de pasión. Sin embargo, aunque era testigo de estas escenas a distancia, nunca se permitía involucrarse personalmente.

A medida que se acercaba el 14 de febrero, Katsuki experimentaba una mezcla de emoción y temor. Sabía que este día era igualmente importante tanto para los Cupidos como para los humanos. Cada año, el Día de San Valentín representaba una probabilidad elevada de que un Cupido fuera flechado y traicionado por su propia flecha.

Para Katsuki, esta posibilidad no era algo que deseaba enfrentar. Había tenido experiencias muy negativas en el pasado con respecto al amor y la confianza, por lo que prefería mantenerse alejado de cualquier relación romántica. Recordaba con dolor su vida humana, donde un romance juvenil terminó en traición, abuso y, finalmente, la muerte. Sin embargo, estaba decidido a no permitir que esos recuerdos afectaran su presente.

A pesar de sus pensamientos introspectivos, la voz que siempre lo acompañaba lo interrumpió, llamándolo hacia el oscuro cielo iluminado por la brillante luna y las centelleantes estrellas.

-Katsuki, es hora.

Asintió para aquella voz y se preparo para comenzar a volar con más rapidez, poco a poco en las tranquilas nubes creandose brumos que formaban un castillo en lo alto de los cielos, esbozo una sonrisa el divisarlo por fin iba a descansar después de una atareada jornada.

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Había pasado todo el día fuera, sin tomarse un solo momento de descanso. No se permitió parar, decidido a cumplir con una meta diaria que se había impuesto, para que el día 15 de febrero no lo sorprendiera con el cuerpo entumecido por el esfuerzo del día anterior, el agotador 14 de febrero. Con pasos pesados y la mente embotada, se dirigía a su habitación. Al pasar por el pasillo, cruzó de lado a algunos compañeros que, a pesar de su propio cansancio, todavía le deseaban buenas noches. Otros, demasiado agotados, ni siquiera lo notaron. No les guardaba rencor; sabía que todos estaban igual de exhaustos, si no peor.

Finalmente, al llegar a su habitación, no tuvo energías ni para desvestirse. La visión de su cama, con sus sábanas de seda que parecían prometer un descanso celestial, fue todo lo que necesitó. Sin pensarlo dos veces, se abalanzó sobre ella, dejándose caer pesadamente y abrazando una almohada con desesperación. El suave tacto de la seda contra su piel cansada le proporcionó un breve momento de alivio.

Apenas cerró los ojos, el agotamiento lo envolvió rápidamente, arrastrándolo hacia los brazos de Morfeo. Sentía que el sueño profundo estaba a solo unos segundos de llevárselo, cuando de repente, algo interrumpió su anhelado momento de paz absoluta.

𝓐𝓵𝓪𝓼 𝓱𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪𝓼  --DekuBakuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora