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Katsuki levantó una ceja, evaluando al chico que tenía enfrente de pies a cabeza. El joven llevaba una túnica similar a la suya, aunque de un marrón claro. Sobre su cabeza descansaba una corona hecha de plantas y hierbas, y sus pies estaban descalzos, rozando el desnudo suelo con naturalidad.
-¿Mi tutor? -preguntó Katsuki, sin poder ocultar su escepticismo.
-Ah, jajaja -rió el chico, una risa clara y despreocupada-. Sé que físicamente parecemos de la misma edad, pero mentalmente soy un poco mayor, ¿me entiendes?
Katsuki negó con la cabeza, sin perder su expresión desconfiada, lo que provocó una carcajada en el chico. Este señaló un punto fuera de la vista de Katsuki antes de continuar.
-Te estamos esperando para desayunar. ¿Te apetece acompañarnos a degustar la exquisitez misma?
Katsuki casi no pudo contener una sonrisa burlona. Parecía que el chico se había desayunado una sopa de letras, tan florido era su discurso. No cabía duda de que tenía una labia impresionante para su edad.
-Mhh... -Katsuki se hizo el difícil durante unos segundos, pero el rugido de su estómago fue el decisivo. Finalmente asintió, la necesidad de comida era abrumadora y no podía ignorarla más.
-¡Perfecto, sígueme! -exclamó el chico, girándose con agilidad.
Katsuki lo observó mientras le daba la espalda y comenzaba a caminar, cuando algo captó su atención. Un par de formas blanquecinas y suaves se movían con cada paso del chico. Parpadeó, incrédulo.
-¿¡QUÉ MIERDA!? -gritó de repente, su voz llena de shock y confusión.
El chico se detuvo en seco, volteándose con una expresión de sorpresa en su rostro. Katsuki estaba lívido, sus ojos fijos en las... ¿alas? Sí, lo que había visto eran un par de alas, blanquecinas y suaves al tacto, que sobresalían de la espalda del joven.
-¿¡Q-Qué demonios es eso!? -balbuceó, señalando con un dedo tembloroso.
-¿Mhh? ¿Qué? -El chico se miró a sí mismo, y luego, como si entendiera de golpe, sonrió aliviado-. Oh... ¿esto? Ah, sí, tú también tienes.
Katsuki se quedó congelado, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Poco a poco, empezó a girar sobre su propio eje, tratando de alcanzar con las manos algo que supuestamente estaba en su espalda. Finalmente, sus dedos rozaron algo suave y sedoso. Las plumas. Su respiración se volvió más agitada, y cada célula de su cuerpo se erizó. La realización era abrumadora, y una sensación de vértigo lo invadió.
-¡KATS...! -El grito de Kirishima fue lo último que oyó antes de sentir que el mundo giraba y su cuerpo cedía.
El joven corrió hacia él, atrapándolo justo a tiempo antes de que Katsuki cayera al suelo y se golpeara la cabeza. El contacto fue suficiente para mantenerlo consciente, pero apenas. Katsuki sentía su mente desvanecerse, mientras intentaba, sin éxito, entender lo que acababa de descubrir.
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Abrió los ojos lentamente, deseando con todas sus fuerzas que todo lo que acababa de experimentar fuera simplemente un mal sueño o una ilusión pasajera. Sin embargo, al mirar con más claridad su entorno, se dio cuenta de que estaba lejos de ser así. Se encontraba en un lugar desconocido, rodeado de una atmósfera extraña y mágica que no podía ser producto de su imaginación.
Se incorporó lentamente, observando a su alrededor con cautela. Decidió realizar un gesto drástico para asegurarse de que no estaba en un sueño: se pellizcó el brazo con fuerza, sintiendo el dolor punzante confirmar su realidad. Estaba despierto, y este lugar era real.
Optó por quedarse allí un momento, tratando de procesar la situación con claridad. Recordó las palabras de esa extraña voz que le había hablado antes. ¿Cupido? ¿Qué significaba eso? Se preguntó, sintiendo una mezcla de confusión y ansiedad.
Respiró hondo, intentando calmar sus nervios. Sabía que no llegaría a ninguna parte si no se tranquilizaba primero. Pero la idea de tener que enamorar a otras personas cuando ni siquiera él mismo había experimentado el amor lo llenaba de incertidumbre.
De repente, un recuerdo surgió en su mente: una antigua leyenda que su difunta madre solía contarle. Hablaba de brujas y hechizos de amor. ¿Podría ser que eso fuera lo que le había llevado a este extraño lugar?
Decidido a obtener respuestas, se levantó y se acercó a un amplio espejo que estaba frente a él. Se despojó de sus ropas, observando con asombro las majestuosas alas que ahora adornaban su espalda. Las tocó con delicadeza, sintiendo su suavidad bajo sus dedos. Eran reales, parte de su propio cuerpo ahora.
-Mierda... ¿Ahora qué? -murmuró para sí mismo, sintiendo la abrumadora magnitud de su nueva realidad.
Su mirada se posó en una canasta tejida a mano que estaba junto al espejo. Contenía una variedad de delicias: pan recién horneado, frutas exóticas y, para su sorpresa, fresas. Las fresas siempre habían sido su debilidad.
-Quizás no sea tan malo... -se dijo a sí mismo, intentando convencerse de que todo estaría bien y que podría empezar una nueva vida con optimismo.
Tomó una fresa con entusiasmo y le dio una mordida, dejándose llevar por el delicioso sabor. Pero la emoción y el ácido sabor desencadenaron un escalofrío que recorrió su cuerpo, provocando que una de sus alas se abriera de golpe y golpeara el espejo, haciéndolo añicos en el suelo.
-Me arrepiento... -susurró, reconociendo la gravedad de su situación-. Sí, definitivamente es malo. Muy malo.
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𝓐𝓵𝓪𝓼 𝓱𝓮𝓻𝓲𝓭𝓪𝓼 --DekuBaku
Hayran KurguEn el crepúsculo del siglo XVIII, a la tierna edad de diecisiete años, Katsuki Bakugou encontró su destino trágico en un desgarrador acto de desesperación, lo asesinaron a sangre fría. Su joven vida se vio segada por la mano de su amante, en un act...